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Para nadie era secreto el gusto de Hao por aprovechar la tranquilidad de noches como esa. El furyoku de Yoh crecía conforme se enfrentaba a oponentes dignos (aunque mucha de aquella ayuda era enviada por él mismo), por lo cual se dio el lujo de pasar un buen rato sentado en compañía de sus camaradas, todos rodeando una calurosa fogata. Sus aliados son quienes se dan cuenta de una nueva presencia cerca de ellos pero, por la mirada de llano pacifismo en el shaman, pudo deducirse que fue él quien se adelantó a detectar a la chiquilla.
Hao levantó la mirada, con un aire que oscilaba entre la sorpresa y lo infantil.
Elevó una mano a la altura de su rostro y la movió de lado a lado; un saludo corto, sin afán de intimidarla. Su poder espiritual era pequeño como para considerarla una amenaza y, en caso de llevarse un disgusto, simplemente se la entregaría al espíritu del fuego como aperitivo nocturno.
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Hao levantó la mirada, con un aire que oscilaba entre la sorpresa y lo infantil.
Elevó una mano a la altura de su rostro y la movió de lado a lado; un saludo corto, sin afán de intimidarla. Su poder espiritual era pequeño como para considerarla una amenaza y, en caso de llevarse un disgusto, simplemente se la entregaría al espíritu del fuego como aperitivo nocturno.
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