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— ¿Aún no comprendes la diferencia? — hizo una pequeña pausa y dejó escapar un profundo suspiro desganado. La mirada carecía de brillo, pero no su entonar que resaltaba con fervor. — La diferencia de mi faz y mi personalidad, es que mi faz... es la dulce amenaza, y mi personalidad... es la cruda advertencia a la perdición.

Le explicaba al hombre que ganó su confianza, y que los últimos años fue su compañero de aventuras; él se negaba a creer las palabras de la mujer, le era difícil comprender el cambio, si él tan sólo recordaba a la niña dulce y dócil que conoció en la infancia.
 

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