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Regalo de mi Reina
 
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As1558812 · F
Será muy aburrido lo sé. –El sarcasmo de su respuesta contrastaba muy bien con las acciones contrarias que a futuro se presentarían.– Es hora de irnos. – Un suave jalón a su brazo fue suficiente para darse la vuelta y retirarse así de la escena.–
– Una mueca de indecisión convertida en el opuesto encorvó la comisura de sus labios hacia abajo. – Será el más aburrido de los domingos. – Un lenguaje de poco cariño entre ellos, puesto en balance con el afecto que se demostraban en sus acciones mantenía eufórica la llamarada al bucle de aquel enlace. –
As1558812 · F
—Asintió con una sutil sonrisa entre labios, acomodándose perfectamente entre la abertura de su antebrazo y el propio. Seguido aclaró la voz y respondió con fina educación.— Estaré complacida mi rey, si usted así lo desea daremos marcha a su plan de domingo aburrido jajá. —Rió un poco, dando espacio a su rey de culminar la conversa con la señorita antes presente.—
– A su izquierda recibió a la más caprichosa, dedicándole una sonrisa que reprochaba aquella misma cualidad en ella y lo haría en silencio, solo con la gravedad de su parda penetración. – Unos óleos.. Un buen vino.. O dos. – Un Domingo en el estudio junto a ella parecía la ideal manera de relajarse antes de comenzar la semana laboral. – ¿Lo soy? – Inquirió a la dama de negro. – ¿Un caballero? – Su mirada cayó en la rubia, asintiendo lenta y entendidamente. Introdujo la derecha en su saco, tomando de uno de los bolsillos una de pocas tarjetas que traía consigo a donde fuere que estuviera presentable cómo psiquiatra. La miró un instante y ofreció a Kaoru. – Pase por mi oficina cuando disponga del tiempo, Kaoru-san.
As1558812 · F
¿Qué idea se le ocurrió a mi Rey? ~ — Ignoró entre su vista a la rubia que le hablaba a su rey, yéndose directo al costado de su cómplice, secuestrando así su brazo en el acto.—
— Se que usted es alguien...... diferente, un maestro.
—Sabiendo quien era y de lo que es capaz, no muestra miedo si no respeto y admiración por dicho doctor que a sus ojos. Vendría siendo sin pensarlo el cambio para el mundo. —
—Le tengo estima, porque en realidad es usted un caballero mi muy estimado Lecter - San.
Tenga.. Mucho cuidado con lo que desea, Kaoru-san. – El caníbal contempló aquel mundo del que hablaba la elocuente nipona, y la parte más sombría de él sería su génesis: la noche que cambió al mundo. – Es demasiado amable de su parte tenerme en tan alta estima.
—Sin duda si todas las personas fueran como usted esta sociedad seria diferente, necesitan un maestro como usted admirable caballero.
—Mostrando reverencia a aquel tan educado y pulcro hombre. —
Poco más que un alumno aplicado, Kaoru-san.
Me acaba de dar una idea, Srta. Kilgore. – Era tan encantadora como elusiva su sonrisa; una arruga en aquella máscara de piel que daba una nueva pista a qué era lo que ocultaba tras ella. –

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