About Me About Me Notes
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Yuki2104 · F
"Well... no se puede evitar..." Pensó Yuki en sus adentros ante la sugerencia del varón recién llegado. No era algo que le apetecía por el momento, menos dadas las razones que le habían obligado a encerrarse en aquel local, pero no podía eludirlo más, además que hacía mucho tiempo que había dejado de huir de todo.
Le dedicó una rápida sonrisa mientras sus dedos se apartaban de la porcelana caliente y las guiaba a tomar los lentes oscuros que había colocado frente a ella.
—Paga... —Le ordenó al albino, al tiempo que se levantaba de su asiento, llamando la atención de otros dos o tres comensales que no se habían percatado -o al menos habían aparentado- de la presencia de la mujer demonio. Se colocó los lentes sobre el puente de la nariz y mientras aspiraba el aire hondo con un semblante un tanto cansado, tomaba el cinturón de su fina gabardina color café por los dos extremos y tiró un poco de este para ajustárselo mejor alrededor de la cintura y con ese aire altivo que la caracteriza, caminó no a la salida, principal, sino al patio trasero, justo a la callejuela detrás del local. Empujó la pesada puerta de madera y salió al frío de la mañana, sin esperar si el varón le seguiría a la salida o no.
Ciertamente esperaba que no lo hiciera, no por temor, sino por que no deseaba -aún desconfiada de las palabras del serafín- tener un peligroso enfrentamiento en un lugar público.
Le dedicó una rápida sonrisa mientras sus dedos se apartaban de la porcelana caliente y las guiaba a tomar los lentes oscuros que había colocado frente a ella.
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—Paga... —Le ordenó al albino, al tiempo que se levantaba de su asiento, llamando la atención de otros dos o tres comensales que no se habían percatado -o al menos habían aparentado- de la presencia de la mujer demonio. Se colocó los lentes sobre el puente de la nariz y mientras aspiraba el aire hondo con un semblante un tanto cansado, tomaba el cinturón de su fina gabardina color café por los dos extremos y tiró un poco de este para ajustárselo mejor alrededor de la cintura y con ese aire altivo que la caracteriza, caminó no a la salida, principal, sino al patio trasero, justo a la callejuela detrás del local. Empujó la pesada puerta de madera y salió al frío de la mañana, sin esperar si el varón le seguiría a la salida o no.
Ciertamente esperaba que no lo hiciera, no por temor, sino por que no deseaba -aún desconfiada de las palabras del serafín- tener un peligroso enfrentamiento en un lugar público.