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Hanaogi · 22-25, F
Una vez que se puso de pie, las manos expertas de Hanaōgi no tardaron en comenzar a despojarle de esa armadura con cuidado, colocándola en un soporte para armaduras de manera respetuosa, y no tardó en percibir ese aroma a medicina y a guerrero.
—Se encuentra herido, mi señor.
Acotó con tranquilidad, mientras sus manos, céleres y asertivas, comenzaron a remover con cuidado el kimono del samurai, apreciando así esa piel prístina con sobriedad digna de las de su clase.
—¿Le apetecería un baño herbal? Si me permite, puedo aliviar sus dolores.
Sugirió hablándole casi al oído, parada justo detrás de él, con su cuerpo menudo bien cubierto por las varias capas de sus kimonos. La noche era joven, aquel samurai era su primer cliente, y el único al que atendería, pues el honor de acompañar a alguien tan distinguido, sólo se le confería a la Yobidashi del Ogiya Uemon.
—Se encuentra herido, mi señor.
Acotó con tranquilidad, mientras sus manos, céleres y asertivas, comenzaron a remover con cuidado el kimono del samurai, apreciando así esa piel prístina con sobriedad digna de las de su clase.
—¿Le apetecería un baño herbal? Si me permite, puedo aliviar sus dolores.
Sugirió hablándole casi al oído, parada justo detrás de él, con su cuerpo menudo bien cubierto por las varias capas de sus kimonos. La noche era joven, aquel samurai era su primer cliente, y el único al que atendería, pues el honor de acompañar a alguien tan distinguido, sólo se le confería a la Yobidashi del Ogiya Uemon.
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