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Hanaogi · 22-25, F
Entregó la pequeña flama, y con la misma ceremoniosidad, tomó un suzu, y lo hizo sonar en cuanto el samurai prendió el incienso. Quedó en un silencio solemne mientras el aroma llenaba aquel recinto, y bajó el suzu con cuidado, poniéndolo sobre el pequeño altar. Entonces hizo girar su cuerpo en dirección al hombre, y a penas levantó el rostro, sin levantar la mirada.
—Mi señor, permítame despojarle de sus ropas, así podrá estar más cómodo.
Sugirió, y sus manos quedaron al frente, esperando una respuesta. Era la etiqueta, después de todo, con figuras tan honorables y notables como lo eran los samurais, y mientras la Oiran esperaba, dos jóvenes hashi-jōros entraron con sigilo dejando una bandeja con comida, y otra bandeja con sake y té, saliendo tan célere y discretamente como habían entrado.
—Mi señor, permítame despojarle de sus ropas, así podrá estar más cómodo.
Sugirió, y sus manos quedaron al frente, esperando una respuesta. Era la etiqueta, después de todo, con figuras tan honorables y notables como lo eran los samurais, y mientras la Oiran esperaba, dos jóvenes hashi-jōros entraron con sigilo dejando una bandeja con comida, y otra bandeja con sake y té, saliendo tan célere y discretamente como habían entrado.
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