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-El heredero del clan Toyotomi era un hombre colosal, incluso para sus pares administradores de la guerra, conocido por su estatura y su porte intimidadante, que acondicionaba con exquisitos modales y una suavidad admirable en sus movimientos. Yacía muy herido, pero ni eso le hacía perder su postura, aunque la faja que llevaba, aquel haramaki blanco, que ocultaba una profunda herida en su vientre producto de una katana, presionase con mucha fuerza. Obligado al aislamiento de la batalla, optó ya por tareas distintas, como el merecido descanso.

Sin medir palabras, él tomó el exótico fuego, y lo usó para quemar el incienso que pronto otorgó a la sala un aroma puro-

Ahora... Mucho mejor.
 
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