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Notes
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SongLanMDZS · 31-35, M
SongLanMDZS thinks you are Crushable.
SongLanMDZS · 31-35, M
Te extraño
SongLanMDZS · 31-35, M
— ¡Déjate abrazar, Hana!.—
SongLanMDZS · 31-35, M
*Fue detrás de ella, era claro que esa actitud le ponía de cierta forma incómodo ya que no siempre obtenía lo que él quería. *

— ¿Que sucede?

*Preguntó bastante curioso y le busco el rostro para después sentarse a su lado y colocar su mano derecha sobre su pierna* (?)
SongLanMDZS · 31-35, M
— Me hace sentir bien tener lo que deseo cuando y de la forma que quiero.
SongLanMDZS · 31-35, M
— Y sin embargo sigo en pie. ~
SongLanMDZS · 31-35, M
— ¿Creencias? Seamos sinceros, algunas de ellas te fascinan.
A1558995 · F
El choque fue todo un éxito y el resultado hubiese sido justo el esperado, pero no estaba en los planes de alguien tan pulcra como ella el ver su blusa blanca con una enorme mancha de café caliente. Ni siquiera fingió que le dolía la quemadura en la piel - pues no era así, su capacidad de sentir también era nula -, al contrario, tomó una servilleta de la barra contigua y empezó a intentar minimizar el daño; lastima que el algodón todo lo absorbe con rapidez.

—Vaya, qué calamidad —el tono fue plano, carente de sentimientos. Por suerte la mujer estaba agachada y ocupada en sus propias cosas como para verle la acartonada expresión a Akemi—. Arruiné tu almuerzo —tras esas palabras se esforzó en poner la fachada de siempre y una dulce y preocupada mueca se formó en su rostro—. Por favor, déjame recompensarte...

Se puso de cuclillas y levantó una tapa y un vaso que se habían desparramado ligeramente más lejos de la escena del crimen. Eran dos bebidas, por lo que podía ver en el contenido que la fémina ya había levantado. ¿Sería que ya...? Akemi deseaba que así fuera. Mientras ella y su enamorado de siempre tuvieran más tiempo juntos, más exquisita era la separación y la tortura.

Se puso de pie y tiró las cosas en el contenedor de basura más cercano; la gente las miraba con curiosidad y habían dejado de experimentar sus respectivas dolencias. Akemi tomó un respiro profundo y volvió ante la errante para sonreirle con una teatralidad difícil de reconocer.

—Insisto. Puedo llevarlo a donde necesites si estás apurada.
A1558995 · F
Akemi le dio un sorbo largo a su taza de té, pero esta no le supo a nada... La comida resultaba insulsa ante un paladar maldecido. Lo único que le daba alimento era toda esa energía negativa, merced al desamor, que se canalizaba directamente hacia ella desde las mesas contiguas. A su derecha una pareja peleaba acaloradamente por una infidelidad descubierta justo en aquel instante. A su izquierda un padre adicto al trabajo atendía el teléfono en sus escasos momentos padre e hijo, mientras el adolescente pateaba la mesa de mala gana.

Los lugares públicos estaban llenos de corazones rotos; un bufete para la maldita.

Sin embargo, una luz potente quemó los hilos negruzcos e invisibles al ojo humano que la conectaban. La reconoció de inmediato, ¿y cómo no? El aura dulce con la justa pizca de dureza se mantenía tan intacta como en la época medieval. Era ella, se habían topado nuevamente, y donde venía la mujer también estaba el hombre. A menos que todavía no se hubieran encontrado en esa vida.

Ambos seres enamorados traían a sus espaldas siglos y siglos de desamor. Eran caviar entre marisco varato; y lo mejor, su fuente de dolor parecía inagotable.

Akemi se puso de pie y avanzó a paso veloz pero disimulado. Su objetivo era chocar con ella hombro con hombro, desestabilizarla. El primer contacto era importante en aquel enfermo juego donde siempre le tocaba el papel del verdugo.