-Miró la charola pero no mostró mayor emoción por la comida. Se sentía apática, con pocas ganas de salir. Apartó la vista de las viandas y la guió de nuevo hacia la imponente vista desde su ventana.-

—No quiero... —Soltó en voz baja. Su propia voz le sonaba extraña después de horas de no decir palabra. La noticia de ser casada con alguien que ni siquiera conocía la enfermaba. —Si preguntan, diles que aún estoy indispuesta.—De pronto cayó en cuenta que le estaba dando más trabajo a la joven, no es que le apenara, pero sabía que siempre estaba dispuesta a ayudarla con cualquier capricho.-

—Por favor, cómela tú. —Y le sonrió.—Mientras... sígueme contando del montaraz que anda en los alrededores.-

—Duquesa... —otra época, otra vida. La mujer se inclinó ante su señora y le tendió la bandeja del desayuno para que observara y aprobara los alimentos antes de servirlos— Me parece que su padre preferiría verla cenar en el gran salón, junto a toda la familia y en compañía de su prometido.