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Fuga.
/ Rol libre entre Hades e Iris. Cualquiera es invitado, preguntar al privado.
 
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[ROL CERRADO. CONTINUACIÓN EN FORO. ]
... liberaron la lengua de Arce. Aunque estaban malheridas y Hades podría curar sus heridas, el rey del Inframundo quería conservar la mayor cantidad de energía posible para defender a su reino.

Guió a todos afuera de la celda. En su mente, hacia conjeturas: la barrera había caído. Los Titanes, pese a su poder, no podían estar lo suficientemente fuertes aún para romper una barrera suya. Solo una persona aparte de él mismo tenía el poder de manejar la barrera de Tártaro a su antojo. Justo esa persona se materializó en esos momentos: apareciendo en el pasillo con su siempre fiel lacayo.

— Perséfone. — Pronunció el nombre de su reina con desdén, ahora que sabía que ella era la causante de todo el jaleo. Camino para colocarse frente al grupo de forma protectora.— Qué amable de tu parte encontrarte con nosotros. Trajiste amigos, por lo que veo y no solo aquí, a todo el Inframundo. Siempre supe que eras una reina llena de rencor, pero no te conocía como una cobarde traidora. — [5/5]
— Macaria, Melinoe, Phobos, retirense ahora. — Les dijo a los jóvenes que estaban en la celda observando todo, las primeras siendo sus hijas y el último siendo como un hijo para el. No dejaría que se enfrente a los Titanes. — Es una orden. Si ven a Charon por la salida, llevenlo con ustedes. Thanatos ve con ellos. Cuida de mis hijos. —

Justo cuando terminó de pronunciar las últimas palabras, el Tartaro se sacudió de nuevo, pero ahora Hades detectó como parte de su poder se deshacía de dónde estaba siendo usado para volver a su cuerpo. La barrera de Tártaro había caído.

— ¡Vayanse ya! Vayan al Olimpo. — exclamó autoritariamente, pues la falta de seguridad en la prisión más protegida del universo significaba una cosa: Los Titanes venían en camino.— Ahora. Guardias, quiten los clavos a Iris y Arce. Erebo, deberás encargarte de ellas. En este momento, son mi menor preocupación.—

Los guardias obedecieron y liberaron la manos de Arce e Iris de donde estaban clavadas, también... [4
...alrededor de su cuello, permitiendo el aire fluir a sus pulmones. Apoyado en la sucia pared de la celda, frunció el ceño. En los milenios que llevaban gobernando el Inframundo, jamás había ocurrido nada lo suficientemente desastroso como para que hiciera a Tártaro reaccionar.

Hades debió escuchar a su pueblo y su gente sufrir. Debió escuchar como su reino caía. La ira que sentía por lo pelea con Erebo había sido tanto que le había cegado. Estando en Tartaro, el inicio de la invasión fue indetectable por el rey. Incluso Thanatos, su mano derecha, no se dió cuenta.

Otro error de Hades a la lista: dejar solo al Inframundo. Se maldijo por lo bajo. ¿Cómo a le ocurría dejar al Inframundo sin protección con los Titanes sueltos? El torturando a Iris, Thanatos siempre atento a él y Persefone fuera el Inframundo. Era el perfecto momento de debilidad de su reino. Ya había determinado que eran los Titanes la causa de aquel estruendo, solamente ellos eran capaces de tal amenaza. [3/5]
... todos en esa celda habían ido a detener su tortura de las gemelas, Hades sabía que no le dejarían morir. Alguno detendría a Erebo, por lo menos Thanatos. No podía quedarse sin rey del inframundo.

Así que arriesgó el poco aliento que le quedaba para responder con sorna.

— Hago lo que puedo porque quiero. Nadie me detiene, ni siquiera tú. La ley es como yo digo porque yo soy el rey, no tú. ¿Crees que libere a los Titanes? ¿Crees que soy débil por haberme enamorado? Ponte en fila. Mientras tú aquí me reclamas por una diosa menor, yo gobierno: ¿quien será el más fuerte de ambos? Regresa a tu cueva, primordial, dónde nadie te recordará. —

Estaba a nada de desfallecer, pero su orgullo le mantenía de pie. No dejaría que se llevaran a una traidora y a su hermana tan fácilmente. Debían cumplir su castigo.

Entonces todo retumbó.

Su atención se desvió al fuerte estruendo que vino de la superficie y a como la paredes de Tartaro habían temblado. La mano de Erebo se separó de...
Una profunda oscuridad le rodeo al punto en que se volvio asfixiante. De su vista desapareció la celda y las personas que se encontraban en ella, solamente una neblina negra era perceptible para sus ojos. Solamente una persona podía ser la responsable de tal efecto: Erebo. Cuando vio las redondas orbes rojas que relucian en aquella oscuridad supo que era él quien le tenía encerrado. Un primordial le atacaba, algo de lo que no se liberaría con facilidad. Sonrió burlón, quizás por su instinto masoquista y le escupió.

Escuchó sus palabras a regañadientes, atreviéndose a fingir un bostezo mientras Erebo decía lo mismo que todos. Había escuchado una y otra vez esas burlas, al punto en que ya le hartaban. Todos tenían la misma opinión de Hades y su relación, hasta parecía copiado de una página de chismes.

El aire se le escapaba de los pulmones conforme Erebo presionaba. De seguir así, se desmayaría en pocos minutos. Al ser un primordial, su contrincante era poderoso. Aunque... [1/5]
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Llegaron a las puertas del Tártaro, el guardia de aquel sitio estaba en sus últimos de vida. Perséfone le dio la orden a Eurínomo de aplastar la cabeza de aquella deidad, sin escuchar sus súplicas. Perséfone al ser la Reina del Inframundo, tenía el poder de poder derribar la barrera que custodiaba al Tártaro, y así fue. Caminó hacia donde se escuchaba gritos de súplica y pelea.
Perséfone vio a lo lejos una multitud de deidades, alrededor de la diosa mensajera, Iris. Caminó hacia ellos, con la cabeza en alto, Eurínomo detrás de ella como siempre y los dos Titanes se extendieron a los costados para poder sorprenderlos a todos.
—¿Se puede saber por qué estas torturando a la pobre chica? — Perséfone se paró delante de la diosa mensajera, impidiendo que Hades pudiera hacerle algo más.

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Perséfone comenzó a bajar con su más fiel servidor y algunos otros guerreros por las escaleras del Inframundo. Había otras presencias que la venían acompañando, los Titanes. Ordenó a sus guerreros que marcharan hacía el castillo del Inframundo, y que buscaran a las deidades más importantes. Volteó a mirar a los Titanes, dándoles luz verde para que pudieran invadir el Inframundo.

— Eurínomo, iremos al Tártaro. Tenemos un asunto importante que tratar allá. Nos acompañaran Febe y Mnemósine junto con otros más. —

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— Su majestad, usted no debe de entrar al Inframundo sin antes hacerle saber a Hades que ha venido a visitar. —
Perséfone le sonrió a la ninfa, tomándola de la muñeca y viéndola directamente a los ojos.
— ¿Recuerdas a Minte? La última vez que una ninfa se interpuso en mí camino, terminó convertida en planta. Espero que sepas lo que eso significa. —
Con un solo acto, Perséfone convirtió a dos de las Lampedes en tulipanes. Los arrancó del suelo y arrancó los pétalos de cada una de ellas en frente de la ninfa que le había impedido entrar. Eurínomo tomó a la ninfa, abriendo la boca de esta para poder cortar la lengua por la mitad.
— Esto te enseñara a no ir de chismosa con Hades. — dijo la reina del Inframundo mientras se adentraba al Inframundo. [...]
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Perséfone llegó a las puertas ocultas del Inframundo en uno de los jardines de narcisos. Hades había decidido construir una puerta del Inframundo en donde había raptado a la diosa que sería su esposa y reinaría con él en el reino de los muertos. La entrada estaba custodiada por las Lampedes, ninfas portadoras de antorchas que conducían las almas de los iniciados a los Misteriosos de Eleusius al Elíseo. Las ninfas se alarmaron al ver a Perséfone en la entrada, querían ir a avisarle a Hades que estaba en el Inframundo nuevamente. Perséfone intentó entrar, ignorándolas, pero estas la detuvieron. [...]



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