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...por su falta de respeto, repitió el nombre del rey de los dioses a Hades, quien simplemente asintió y curvó su labio con asco. — Cierren todas las entradas del palacio. Quiero a los guardias protegiendo en muro humano. Ahora. —

Dicho aquello el sirviente desapareció y Hades cambió sus ropas de un chasquido. Zeus bajando sin aviso significaba pocas cosas y todas involucraban el posible uso de una armadura. Así que ahora Hades traía su negra armadura, misma que usó en la guerra contra Ares, y su capa con el emblema de los ejércitos del inframundo. Suspiró con hartazgo y desapareció para reaparecer momentos después frente a Zeus, a unos metros de distancia.

— Irrumpir en un reino sin consentimiento de su rey puede ser considerado un acto de guerra. Habla ahora. —
El rey del inframundo se encontraba en sus aposentos, específicamente en su escritorio. Estaba distraído con un poco de ACDC de fondo mientras checaba los papeleos del Tártaro. Verificaba, como últimamente, cuál era el gran fallo en sus sistema de seguridad.

De la nada sintió una fisura de poder potente en el aire. Era tal la magnitud que hizo a sus oídos retumbar. Incluso aquellos seres inferiores que habitaban el inframundo podría haber percibido el cambio en el ambiente. Acababa de llegar una visita nada deseada. Reconocería el poder de su propia sangre donde fuera y solo había una persona más fuerte que él, lo suficientemente fuerte como para ser capaz de saltarse su barrera y a Cerbero.

— Zeus. — Musitó con un dejo de desdén en la voz. Se levantó de donde estaba justo al tiempo en que uno de sus sirvientes abría su puerta de par en par. Tenían estrictas instrucciones de no fastidarle a menos que ocurriese algo de extrema urgencia y ese era el caso. El sirviente, temblando
ZsKOTGs · 26-30, M
[code]No era algo común ver al Rey del Olimpo bajar a los dominios de su hermano mayor. Curioso o no, podía contar con los dedos de su mano cuantas veces había visitado el Inframundo a lo largo de su existencia.

Vestía una armadura ligera, aunque su poderoso rayo estaba descansado sobre su cintura, con una elegante funda de cuero. Una cota de malla debajo y una pechera remataba la parte de arriba. No era una forma demasiado amenazante de presentarse, sin embargo, tampoco era una forma amistosa. El Dios no era conocido precisamente por sus buenos modales cuando se trataba de hacer valer su autoridad.

Sabía que su presencia no sería desapercibida, tampoco quería llegar a desafiar abiertamente a su hermano, de modo que esperó a los pies del castillo a que mandaran a buscarlo, conocía el ego de un rey y nada era peor que llegar e irrumpir en el castillo sin ser anunciado.
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