Hela no era apta, ni un poco, para gobernar Asgard. Pensaba que si ella llegaba al frente de todo, los nueve reinos serían ahogados en sangre a costa de la ambición femenina. Le aterraba ver cómo Hela se movía entre sus enemigos; sin un ápice de sensibilidad los destruía. Estaba más que claro que el universo correría la misma suerte si la dejaba libre.

Pero esa noticia no le sentó tan bien a la asgardiana. ¿Por qué debía ser castigada y humillada? Cuando lo único que hizo fue seguir las pisadas de Odín…

━ Entonces, ¿este es el destino para el que me preparabas? ¿Regir un reino muerto al pie del Yggdrasil? ━ Aquel fue el ultimátum de Odín después de ver lo sanguinaria que Hela estaba volviéndose en el campo de batalla. Sabía bien que esa sed de destrucción la había sembrado él, merced a llevarla consigo a innumerables conquistas desde que era muy joven. El corazón de su primogénita quedó moldeado a la faceta fría y despiadada ddl padre del todo.

Sabía, también, que le había prometido un magnífico lugar en la sala del trono, donde las audiencias serían dirigidas por ella, y los asgardianos —junto al resto de los habitantes del fresno del universo— le rendirían honor cada día, justo como a él… pero un momento de reflexión fue suficiente para darse cuenta del grandísimo error que había cometido.