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𝙰𝚄: 𝙵𝚕𝚊𝚜𝚑𝚋𝚊𝚌𝚔
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Su ser entero se sentía diferente y las fuerzas que había perdido en sus paseos matutinos del día parecieron regresar a ella en forma de una chispa que le recorría el cuerpo entero. El poder que brindaba esa arma era demasiado para ser usado con fines egoístas.

—Fuiste desterrada y te negaste a cumplir tu sentencia. No hay clemencia para aquellos que pierden su honor; procederé a obligarte a cumplir el mandato.
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Cuando Eir regresó su atención a Hela entendió todo; Mjölnir no reaccionaría más ante sus mandatos. Su lealtad había cambiado.

—Hela —empezó a decir, lanzando su pesada arma a un lado como si esta fuese tan liviana como una hoja de papel— dejaste de ser digna de portar a Mjölnir cuando pretendiste usarlo como un arma para tus fines egoístas en lugar de darle su verdadero propósito: protección.

Eir alzó el brazo derecho y abrió su palma, los presentes hicieron silencio por un segundo, el mismo que le tomó al martillo empezar a temblar para resbalarse de entre los dedos de Hela y acudir al llamado de su nueva portadora. Como si de un imán se tratase, la palma de Eir recibió el mango de Mjölnir y sus dedos se cerraron al rededor del mismo. Un trueno ensordecedor descendió entre ambas féminas, abriendo el suelo del salón e iluminando la mirada de la Valkyria con destellos azules.
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Un sonoro grito salió de los labios de Frigga en cuanto la electricidad impactó a Heimdaill, empero, otro sonido fue el que se encargó de acaparar el eco del sitio: el del metal de ambas combatientes al chocar. Eir mantuvo una posición defensiva con ambas piernas separadas y las rodillas ligeramente dobladas, preparada para detener el peso del ataque que terminó llegando como respuesta a sus suposiciones.

Fue en ese momento en el que la Valkyria sintió más pena por la Diosa, ya que al tenerla tan cerca fue testigo de la furia enloquecedora que invadía la mirada que una vez en el pasado le brindó calidez y esperanza. Su atención se desvió por segundos hasta Odín, quien sostuvo el silente reproche de Eir con la dureza de quien no sabe arrepentirse por haber hecho lo que creyó correcto; sin embargo, no fue eso lo único que la hermana del Padre de Todo pudo entender en ese intercambio de inspecciones pues él además asintió con la cabeza como si le diera un permiso que ella no pidió.
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Pese a su comportamiento estoico, en el rostro de Eir se pudo leer el miedo que las palabras de Hela le habían provocado y es que sería una estúpida si dejaba que aquella amenaza a sus hermanas fuese pasada por alto sin más. Freyja le había enseñado a no subestimar a ningún enemigo en batalla, sobre todo a un enemigo que la conociera tan bien como la hija de Odín conocía a Eir.

El salón entero se estremeció y sus ocupantes comenzaron a darles espacio para la batalla, temerosos algunos e impacientes otros ante la expectativa de lo que pasaría después de verlas chocar armas; posiblemente Heimdaill fue el único que se mantuvo alerta en todo momento, pero no para atacar a Hela, sino para fungir de escudo para Eir al conocer los terribles efectos de sentir el relámpago de primera mano.
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sin embargo, éste no respondió.
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y relámpagos recurrentes. Frigga se alzó, horrorizada por el monstruo en el que su primogénita se había convertido.

La Diosa de la muerte cesó el giro del martillo, y lo alzó; un relámpago se estacionó en la punta. Dicha energía fue lanzada hacia Eir con la fuerza impetuosa que caracterizaba a Hela, pero el “bondadoso y protector” Heimdaill previó el ataque y logró interponerse.

La asgardiana soltó una risa vaga. Sin más, saltó directo a la Valkyria. El martillo y la espada de Eir emitieron un fuerte golpe metálico que retumbó en la sala.

Odín, estupefacto, exhibió un tenue aire esperanzador. Si Hela usaba el martillo para atacar y no para proteger, dejaba de ser digna de portarlo, sin importar qué tanto se hubiese asido al arma. Si Eir se daba cuenta de ello en el próximo ataque de Hela, tendría la oportunidad de arrancarle a Mjölnir y conseguir ventaja.
La Diosa, por otro lado, elevó el martillo. Planeaba conjurar una lluvia de relámpagos que acabaran con todo a su paso, si
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— Has preferido al arrogante Padre de todo. Qué desperdicio de talento pero que así sea. Serás la última en caer. Atacaré primero a tus colegas, al ejército de Valkyrias. Las verás marchitarse una a una. Entonces desearás haber tomado lo que te ofrecí. —

Hela extendió la mano izquierda. De inmediato, una espada se materializó; aunado a ello, extendió la mano derecha al frente. Odín quiso detenerla pero ya era tarde, la Asgardiana había llamado a Mjölnir. Heimdall resguardó a Odín tras su espalda; otros guardias y guerreros se enfilaron a los costados, como columnas flanqueadas que no permitirían la caída del recinto sagrado. Aquello provocó una sonrisa amplia en la faz mortífera de la diosa.

Entonces, comenzó a girar a Mjölnir. El palacio de Asgard, que solía destacar por su alto brillo, fue envuelto en nubes grisáceas
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—Hela, si te atreves a chocar tus armas contra la mía todo entre nosotras se desvanecerá y no podré hacer otra cosa que considerarte muerta para poder atacarte, lo sabes. ¿Es lo que quieres de verdad?

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—Sigo manteniendo mis palabras —dijo en voz alta, siendo las paredes partícipes de su decisión al regresar sus palabras en un eco suave que retumbó por la habitación —, afrontaré cualquier consecuencia que surja de ésta batalla en nombre de mi hermano, Odín. Juré lealtad, Hela... Y tú también; prefiero morir antes que incumplir a mi promesa.

Frigga chilló desde su posición y Freyja tuvo que contener a las demás Valkyrias que amenazaban con rodear a Hela; en esa batalla cualquier otro estorbaría, pues solamente ellas estaban en el pináculo de su entrenamiento y equiparaban fuerzas. La espada de Eir cortó el aire de un movimiento de brazo que pretendió advertir la peligrosidad del momento. Solamente Hela podía dar el primer golpe, de lo contrario Eir estaría atacando sin más provocación a la hija del Padre de Todo y eso estaba penado.
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Tenía que dejar de mentirse a sí misma y lo sabía. Una Valkyria estaba entrenada para pelear y servir, así como para llenar el Valhalla de bravos guerreros; la duda no tenía cabida en la batalla porque debilitaba todo ataque, a la par de alentar cualquier defensa. Eir se dijo a sí misma que Hela ya no era aquella mujer con la que se había entrenado, sino que ahora en ella habitaba un ser oscuro y terrible que era capaz de actos viles y sanguinarios por placer propio y sin honor. Tenía que enterrarla y creerla muerta para poder atacarla sin miramientos pero, ¿por qué le era tan difícil?

<<Si tan sólo Odín hubiera hecho las cosas diferentes; si Frigga no hubiera sido tan suave; si yo hubiera intervenido a tiempo.>>

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