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HOs1565111 · F
conquistadora del cosmos, y como tal, debes arrodillarte ante mí. — Intentó darle tiempo a cumplirle el mandato, ergo, esa pequeña y última frase cobró la fuerza de un huracán en medio de calma temporal: «No hay nada en Lyfjaberg para ti.»
¿No? ¿En verdad “no”? Entonces las almas de Helheim subían a los aposentos de Eir, seducidas por sus rituales de resurreción, sin motivos razonables y creíbles. Ahora lo tenía seguro, Óðinn preparaba ‘algo’ grande en su contra.
Hela bajó las manos a la altura de sus caderas; en una de ellas, materializó una necrosword.

— Llama mi atención ese apego a la ignorancia. Es difícil engañarme, creí que Óðinn había advertido sobre esa ‘cualidad’ heredada. —
¿No? ¿En verdad “no”? Entonces las almas de Helheim subían a los aposentos de Eir, seducidas por sus rituales de resurreción, sin motivos razonables y creíbles. Ahora lo tenía seguro, Óðinn preparaba ‘algo’ grande en su contra.
Hela bajó las manos a la altura de sus caderas; en una de ellas, materializó una necrosword.

— Llama mi atención ese apego a la ignorancia. Es difícil engañarme, creí que Óðinn había advertido sobre esa ‘cualidad’ heredada. —
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