Tras saborearse el enojo, apretó embravecida la espada, crujiendo la empuñadura. Así iba a sonar el cráneo de Eir si no se dignaba a esclarecerle las dudas antes de que la paciencia se le agote.

— Una reina no se inclina ante nadie. Tenlo presente. — Con ello, lanzó la daga sin temores, sin detenerse a mirar a quien fue ,tal vez, su única amistad. Las cartas sobre la mesa, preparada para batirse en duelo; coronó el fiero actuar bajo el yelmo arácnido parte de su armadura. ¿Irse sin respuestas? Imposible. Conseguiría lo suyo con o sin la cooperación de Eir; de paso, planteó llevarse la cabeza de ésta a Helheim y tener un 'lindo' recuerdo, un trofeo más.

cada demonio reprimido en el interior de la Asgardiana; el desprecio de Óðinn, la indiferencia de Frejya, la lealtad inquebrantable de Eir. Sin embargo, gracias a esos factores Hela se hizo de carácter recio; acopló Helheim a su imagen y semejanza y formó su propio ejército, compuesto por devotos asgardianos caídos en batalla. Hubo una milésima de segundo en que el rostro de Hela desprendió cierto aire nostálgico. ¿Por qué mentir? Gozó las matanzas en tenor de conquistas; se adiestró al mandato, en el trazo de técnicas... Estaba segura de que si el Padre de todo tuviera un momento para reflexionar y considerar su propuesta, que ellos merecen el resto de los reinos, apoyaría su juicio.

Pero no.
La respuesta de Óðinn se limitó a un no.



[...]

—Increíble. — Apremió una sonrisa amplia y burlona. Recordaba las palabras de Óðinn, veía mucho de él en el semblante pasivo-agresivo en Eir; impoluta y brava, lista para lanzarse a la batalla. Frejya hizo un buen trabajo moldeando a la Valkyria. Hela giró el rostro a un costado y finalmente soltó una risa, más parecida a bufido. Apuntó hacia la guerrera con el índice, no importándole demasiado si dejaba los modales atrás.



— Suenas justo a él, a Óðinn. No debería sorprenderme que cada uno de sus siervos adopte sus modismos e ideales, sin embargo, con ello me queda claro que actuarás bajo su enseñanza y temerás a mi grandeza como él. Intentarás contenerme, ¿no es así? Pero exiliarme a las raíces podridas del Yggdrasil no servirá por mucho tiempo. El Ragnarok es inevitable y Óðinn perecerá en el proceso. —

Soltó un suspiro longevo; la frescura del recuerdo alentaba [...]

Hela podía sospechar lo que quisiera pero no obtendría información de ella, jamás.

—Corrijo mis palabras: Lyfjaberg no tiene que rendirte nada, mucho menos yo. Eres la primogénita desterrada de Óðinn, no me inclinaré ante ti. Yo soy una Ásynjur, tú arrodíllate ante mí o retírate de mi vista.

La primogénita de Óðinn tenía los peores modales que había visto en toda su existencia y ni un gramo de honor, parecía una fiera dispuesta a morder antes de cuestionar; Eir sabía que eso no era del todo culpa de Hela, pero no se atrevería a retirarle mérito por su comportamiento en la madurez. —Estás en mi territorio, Hel, recuerda eso antes de atreverte a alzar esa arma. Mis compañeras están aquí y no dudaré en cruzar el filo de mi espada contigo si amenazas la integridad de los míos.

Los pajarillos dejaron de entonar sus canciones y el viento pareció detener su andar por el monte. Un silencio profundo se apoderó del sitio, silencio que fue interrumpido hasta que la Diosa sanadora volvió a separar los labios, dispuesta a cumplir con la orden de Óðinn y a no defraudar la confianza de Freyja.

No pudo evitar desviar su mirada hasta el arma que la hija de Óðinn empuño, sus sentidos captaron la débil esencia de aquellos a los que había matado recientemente y estuvo segura de que, de haber sido ella otra Valkyria, habría empuñado escudo y espada sin dudarlo ni un segundo. Teniendo la reacción que, con seguridad, la reina de Helheim esperaba.

—Vienes hasta aquí, a mi hogar, osando amenazarme, ¿queriendo con eso lograr que me intimide y me arrodille ante ti? —Su ceño se mantuvo tranquilo y su mirar desafiante, ni siquiera separó las manos del sitio donde las había dejado desde el inicio.

En el arte de la batalla las Valkyrias estaban entrenadas con excelencia, miraban el miedo de quienes en guerra se enfrentaban y eran capaces de notar cuando el temor se volvía bravura. Ese destello en los ojos de los guerreros, que no se apagaba sino hasta la victoria o la derrota, era el mismo que compartía el grupo de aguerrida féminas y el que les daba poder; las inspiraba a no temer. Eir pudo sentir la amenaza latente que era Hela, percibió el veneno en cada palabra que la lengua viperina de su acompañante lanzó, pero no encontró en sí misma ni una pizca de temor; al contrario, su postura jamás fue tan firme, sus pies nunca estuvieron tan bien plantados en la tierra.

— Entonces, Eir... — Regresó la mirada a ella. Una larga y triunfal sonrisa se adueñó del gesto de Hela al instante. — Me dirás lo que deseo saber, sin olvidar que te pondrás de rodillas frente a mí. —

conquistadora del cosmos, y como tal, debes arrodillarte ante mí. — Intentó darle tiempo a cumplirle el mandato, ergo, esa pequeña y última frase cobró la fuerza de un huracán en medio de calma temporal: «No hay nada en Lyfjaberg para ti.»

¿No? ¿En verdad “no”? Entonces las almas de Helheim subían a los aposentos de Eir, seducidas por sus rituales de resurreción, sin motivos razonables y creíbles. Ahora lo tenía seguro, Óðinn preparaba ‘algo’ grande en su contra.

Hela bajó las manos a la altura de sus caderas; en una de ellas, materializó una necrosword.



— Llama mi atención ese apego a la ignorancia. Es difícil engañarme, creí que Óðinn había advertido sobre esa ‘cualidad’ heredada. —

contradice sus palabras; no por nada pasó a la historia de Asgard con un vasto historial de guerreros caídos junto a ríos de lágrimas y sangre.

La sonrisa sobre su faz dejó entrever la intención del reciente pensamiento hacia la valkyria y sus actitudes intrépidas: reflexionar dos veces antes de soltar palabrerías que impulsaran el mal humor de la descendiente de Óðinn. Estaba siendo demasiado benevolente con la albina, mucho, si lo meditaba mejor, sin mencionar el alto desagrado a esa estirpe en específico.

— ¿Esa es la manera de dirigirte a tu reina? — Dijo, mientras intentó enmudecer la risa. — Vaya, Óðinn sí que los ha malcriado, justo como hizo conmigo. Sigue siendo el mismo vejete de siempre, por lo visto. No se le pueden enseñar nuevos trucos a una ‘reliquia’ como él. — Despegó la zurda de su sitio de descanso, utilizándola para dar cierto énfasis irónico a cada palabra. — Justo como has dicho, valkyria, soy la primogénita de Óðinn, heredera legítima al trono de Asgard,