Las discusiones en casa habían estado insoportables ese día, por lo que decidió salir de allí y no sólo de casa, sino de el sector en el que vivía. Si le fuese posible escapar del mundo, lo habría hecho. Estaba harto. Pero como no podía hacer eso, tuvo que conformarse con pasar el rato en el distrito más lindo de la ciudad. No había basura en las calles, ni personas ruidosas. Todo era tan pulcro que él mismo era mal visto por todos; ignorado por completo en los mejores casos.
Sentía muchas cosas por su madre y todas eran confusas. A veces lo hacía feliz cuando ella estaba feliz, pero otras veces no quería estar cerca de ella, ni ella lo quería cerca; así que no dijo nada más sobre ella, sólo lo escuchó, mientras colocaba algunas piedritas en su casa de arena.
Lo miró curioso al mencionar a los otros niños y se preguntó si eran agradables como él, y si podría de verdad tener amigos de juegos. No estaba seguro, pero sí que quería aquello.
Su sonrisa lo tomó por sorpresa, por lo que desvió la mirada un poco ruborizado. Luego se acercó a él, mirando el zorro de peluche. Éste también tenía un parche, por lo que con curiosidad, lo alzó un poco para ver su ojo, pero este no era diferente y feo como el suyo, así que se sintió decepcionado.
—Xie... ¿Lian? —Preguntó apenas tratando de recordar lo que el otro había dicho antes de la conmoción.
