Las discusiones en casa habían estado insoportables ese día, por lo que decidió salir de allí y no sólo de casa, sino de el sector en el que vivía. Si le fuese posible escapar del mundo, lo habría hecho. Estaba harto. Pero como no podía hacer eso, tuvo que conformarse con pasar el rato en el distrito más lindo de la ciudad. No había basura en las calles, ni personas ruidosas. Todo era tan pulcro que él mismo era mal visto por todos; ignorado por completo en los mejores casos.
Para ese momento, concentrado en reunir la arena en el vaso, se le había olvidado lo ocurrido antes. Después de llenar el vaso de arena, vertió un poco de agua de su botella plástica para humedecer la arena y le indicó cómo voltearlo para hacer la primera torre.
Aunque no sonreía, estaba contento de volverlo a hacer, pero el triste parecía el otro chico. —... mamá me enseñó. —Le dijo puntual y luego buscó la hojita que solía ser su bandera, la limpió con cuidado y la clavó en la cima de la torre.
