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-Esa noche fue tormentosa para el joven, tales acontecimiento le dejaron con un mal sabor de boca, a tal punto de apenas conciliar el sueño con tantos pensamientos de culpabilidad y molestia que rondaban con su cabeza. Así como también pesadillas sobre lo que eran vidas en otro plano dimensional, donde se veía a él mismo en ciertas situaciones de muerte. Ese estrés se manifestó en enojo cuando despertó, un enojo que debía ser purgado con meditación.
Sabía que estaba mal pero aún así, esa mañana vistió con aquellos ropajes que le habían prohibido y sin más, inicio con esa búsqueda de paz.-
 
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*Después de aquella copa, el monarca se levanta de su butaca, sólo para dirigirse al ventanal y, apreciar desde el mismo, la partida de la asesina, hacia la búsqueda que el necesita, cabalgando en corcel. Aquello sin duda resulta un atino.

Los arfirus generalmente revisan los cielos, en búsqueda de algún ginete de guiverno, sin embargo, al ser tan paranoicos respecto a los esparvus, no se tomarán la molestia de buscar por las tierras bajas.

El que estos tengan sobrevaluado el orgullo de un esparvus y, en ocasiones exagerado, juega a su favor.* Ya está partiendo... *Musita, más para sí que para el joven a su lado, sin embargo, al voltear a mirarlo, una pregunta surge desde sus pensamientos, de pronto.* ¿Por qué te arriesgaste a pedirme tu arma? El aura de alguien aquí está limitada, a comparación del mundo terrenal... estuve ahí una vez. *Aclara ante la posible pregunta.*
 
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