El solo hecho de afirmarlo una vez más trae un gran alivio a todos sus sentidos, le daba seguridad y certeza de que, aunque no pudiese haber alguien más, la castaña estaría presente en su vida. Inhaló entonces, profundo, para luego su cabeza apartar y así observar el rostro de Miruna, a pesar de que aún hubiesen rastros de las recientes lágrimas, se esforzó por fruncir el entrecejo.

━ Yo... Voy a protegerte, pase lo que pase, sin importar lo que cueste.

Agregó, con toda la firmeza que pudiera acceder, esa sería una de las tantas promesas que le pudiera hacer; Hanabi se asegurará de que nada ni nadie la pueda lastimar.

Era la primera vez que oía esa afirmación, palabras que humedecieron sus ojos al borde de lágrimas que pudo contener. Miruna no sentía que alguien pudiera llegar a necesitarla en su vida, hasta ese punto, en donde no quisieran empujarla a un lado.
Era feliz, aunque su adorada Hanabi estuviera diciendo eso en un momento de vulnerabilidad; le creía.

— Estaré contigo siempre, lo prometo. Pero con algo de distancia, porque sé que no me quieres de sombra.

Habría bromeado para animarla con cariñosas caricias en el abrazo. Sin dudas, nunca rompería su promesa.

Quizá Miruna no lo supiera al instante, pero la afirmación de que no se iría resultaba un gran alivio; el aprecio, pese a no ser demostrado regularmente o, correctamente, era verdadero. Quedarse sin esa figura de confianza de un segundo a otro le resultaría fatal, ¿hablaría ella en serio con su decisión de no irse? Le creería hasta el final.

━ No quiero alejarme de ti, no quiero dejarte ir, nunca.

Una realidad confesada, quizá impulsada además por el propio sentimiento de que se pudiera algún día alejar, Hanabi haría lo posible por eliminar esa posibilidad. Había suspirado, liberaba parte de su malestar, más no se alejó de ella, en ese momento, estaba buscando la paz que aseguraba, Miruna le podía brindar.

Esa pregunta crea un breve desconcierto en Miruna, seguido de una tibia sensación en su rostro. No esperaba oír algo así proviniendo de ella, y pese a no ser en el contexto que esperaba, le alegró mucho.

— Nunca voy a apartarme de tu vida.

Ella misma cierra sus ojos al decirlo, la sensibilidad comenzó a jugar con ella. Planeaba nunca alejarse de Hanabi, siéndo que encontró el más grande tesoro y nadie podía hacerle cambiar de opinión.

— Eres muy importante para mi, te prometo que seguiré a tu lado. Por favor, quedate conmigo y nunca te vayas tú...

Aún con ese dolor propio, las palabras logran aliviar parte de esa tristeza que posee. Confiaba en Miruna, lo suficiente para que el peso de sus palabras fuera elevado, sabía que ella no tenía intenciones de lastimarla, ¿verdad? El apoyo que necesitaba y apreciaba. Su ojo se había cerrado, y finalmente, dejó que la cabeza se apoyara contra el hombro de la castaña.

━ ... Seguirás conmigo siempre, ¿cierto? ¿No te apartarás de mi vida?

— Si pasas tus días preguntandote qué habría pasado...seguirás estancada en este dolor. Tal vez tu no lo veas, pero vales muchísimo.

Un suspiro acorta sus palabras. No tenía dudas de que Hanabi merecía una buena vida y toda la felicidad posible. Los demás eran quienes de verdad carecían de fuerza, estaban muertos por eso, por nada mas.
El pensamiento cruel nunca sería mencionado, otra vez.
La arropa entre sus brazos, volvió a besarla entre sus sedosos cabellos.

— Llevará tiempo que puedas asimilar lo ocurrido y dejar de culparte, y esta bien. Solo no olvides que fue un accidente... Y... siempre que necesites hablar, me tienes aquí. ¿De acuerdo? No estás sola.

Intentó relajarse, muy complicado resultaba y es un hecho, dolía, era una estaca incrustada en su corazón, era el tormento que la obligaba a siempre tomar riesgos que no debería, ¿y si hubieran sobrevivido todos? Las cosas serían diferentes, un futuro con esas buenas personas. Se lamentaba siempre que lo recordaba, su mente y ser no lo soportaban.

¿Las palabras de Miruna eran ciertas? ¿Merecía la pena el sacrificio de muchas vidas por solo una? No lo sabía en demasía, lo único que requería era tan solo quedarse ahí, cerca suyo.

━ Agradecer... Siempre pensé que no lo merecía, que quizá uno de ellos era mejor para esta oportunidad que mencionas, seguramente incluso ya lo habrían superado, en cambio, solo mírame, soy un desastre.

La forma en que la manos de Hanabi se aferraban a ella en el abrazo le causó calidez repentina en todo su cuerpo. Dolía verla así, rota por los recuerdos. ¿Qué podía hacer, además de sostenerla con ese cariño desbordante que sentía únicamente hacia su persona?

Miruna negaba con una sonrisa leve, casi invisible en los labios. Traga saliva, trataba de trasmitir calma para que así pudiera tranquilizarse ella también.

— Tal vez, eso no lo sabes. Podías quedarte e intentar hacer algo más, fracasar y morir. O si, podías salvar a alguien pero seguirías sintiendo que no fue suficiente. Eso hacen las desgracias, hacerte sentir miserable, lo sé... Pero Hanabi, escuchame, si estas viva tienes que agradecer por esta nueva oportunidad. Eres una persona increíble...muy valiosa, y mereces estar aquí.

Apretaba los dientes, ¿sería cierto lo que mencionaba la castaña? Todo ese tiempo, aún se culpaba por las consecuencias de su propia debilidad. La ella que le mostraba a Miruna no era más que una Hanabi obsesionada con la fuerza, a raíz de esa tragedia, la que consideraba su propia debilidad como el factor de todo accidente, esa faceta que no le quería mostrar estaba ahí, presente.
Sus brazos rodean al cuerpo contrario, necesitaba por sobretodo lo demás esa cercanía que era igual a un refugio.

━ Pude haber hecho más... Podría haber sacado al menos a alguien más...

Sus manos se aferraron a ella, ¿y si sucedía de nuevo? ¿Y si por esos errores resultaba en otra catástrofe similar o incluso peor que antes? La sola idea carcome su mente y solo atrae lo peor en sus pensamientos, ¿y si esa vez era Miruna la que sufría por su incompetencia? Alzó la mirada, requería verla, no podría perderla también a ella, ¿verdad? No debía, no quería.

━ ¡Yo! ... ¡Yo-! ... No deseo que s

La actitud de Hanabi la dejó paralizada, sólo podía escuchar mientras sentía que el pecho se le oprimía por ese dolor visible en ella. Sus brazos actuaron en lentitud, rodeandola al sentir el peso de su cabeza en el hombro y la reconforta con un abrazo apretado, queriendo protegerla de las malas sensaciones.

Miruna no diría lo que pensaba con sinceridad. A ella no le importaba quienes murieron; seguramente personas débiles que no fueron lo suficientemente capaces como su Hanabi, quien ahora se estaba culpando por ellos. Qué molesto, no debería sufrir por los demás si estaba allí, sana y salva.

— Hanabi... Tu vida es tan valiosa como la de ellos, que en paz descansen. Los accidentes son así, fatales e impredecibles... No importa si eran más fuertes que tú, les llegó su hora y a ti no, aunque parezca cruel. Puedo entender que hayas sufrido, que estés sufriendo pero estás aquí... Estoy feliz de que hayas sobrevivido.

Cerró sus ojos, y dejó un beso suave y sentido en su cabeza.