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Kakaroto
 
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H1582131 · 31-35, M
[...]

Sin embargo, el sonido que emitió a continuación lo hizo parpadear y acercar su rostro para verle con mayor atención.

— Pensé que sería más humilde —le reprochó a la criatura y volvió a erguir la espalda—. Creí que... sabes —arrastró la última palabra y sus ojos se empañaron cuando dejó escapar un bostezo—, tuve una novia que tenía un conejillo de indias. Me ponía nervioso cargarlo, pero cuando ella no estaba cerca, solía acercarme a su jaula con una bolsa de plástico en la mano. La hacía bolita entre mis puños y la hacía sonar, porque eso hacía que él hiciera sonidos muy curiosos que liberaban algo en mi cerebro. Eran sonidos espaciales... ¿recuerdas esas caricaturas antiguas... cómo sonaban sus naves espaciales? Era algo similiar, y a la vez burbujeante. Ah, quisiera conocer más palabras para describirlo. Pensé que él haría algo similar —agregó entre decepcionado y risueño.
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Intentó no darle importancia a su expresión de incredulidad. Él mismo se esforzaba por contener la risa y como respuesta a su pregunta, se limitó a apretar los labios, abriendo mucho los ojos mientras encogía los hombros.

De pronto se distrajo mirando a sus sandalias, si se mantenía agachado no la vería más. Y fue en ese momento cuando sintió la presión de su pañuelo siendo estirado, jalándole algunos cabellos en el acto. Abrió la boca y frunció el ceño, como quien estaba por quejarse, cuando se lo azotó contra la frente. La verdad era que no le dolió mucho más que el tirón a sus cabellos, pero la risa le ganó y se quedó sobando su frente.

— Estoy seguro —asintió con firmeza, intentando reacomodar el pañuelo como antes lo llevaba—. ¿Te parece bien el nombre? No sabía de qué otro modo llamarlo —carraspeó. Ambos parecían agradarse. Igual no pensaba devolverlo, el pobre animal estaba muy descuidado.

[...]
abesada · F
Sada no pareció convencida, de hecho la mirada interrogante que le dirigió sólo se acabó cuando le ganó una ligera risilla. Negó, trayendo al erizo hacia su pecho, que intentó escalar.

— Mmm, ¿por qué no te creo, Hunter? Dime, dime por qué. —

Con algo de maldad pero más para "despertarle" la consciencia, tomó su pañuelo y probando si tenía un mínimo elástico, lo jaló y soltó suavemente. Y se rió por ello, dando un paso atrás por si buscaba venganza.

— Haha. Claro, me encantaría conocer a tu perrito. Debe ser muy simpático... ¿Estás seguro? Me refiero, ¿a que Kakaroto se quede conmigo? —

Inquirió, con ilusión en sus ojos. El ericito ya buscaba camino por el cuello de su blusa, así que riendo lo tomó de nuevo en las manos. Éste hizo un sonido parecido a un bufido de gato, proyectando las púas en su cabeza cual penacho.

— Es algo gruñón, teheh. Qué lindo. —
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— Si tienes curiosidad te lo puedo mostrar la próxima vez. Ya me dirás qué tanto nos parecemos —rió por lo bajo. Lo que acababa de escuchar despertó su curiosidad, lo dejó maquinándolo en su cabeza por un buen rato—. Hemos sido compañeros más de diez años... ¿una gata? Me pregunto cómo será si se parece a ti, ¿acaso bebe té? —sonrió a medio labio, apartando la mirada del erizo para dirigirla directo a ella y encontrarle frunciendo la nariz, para después sonreír.

Distraídamente llevó las manos al pañuelo que mantenía su frente despejada de cabellos, acomodándoselo mejor.

— No es de nadie. Mentí —dijo de repente, encogiendo los hombros. Daba la impresión de imitar a esos niños insolentes que mentían con cinismo, y su sonrisa ladina sólo lo confirmaba.
abesada · F
Por un momento ambos se dedicaron a la misma actividad; contemplar al erizo en sus más caprichosas formas ; esa naricita respingada y húmeda, sus orejas, incluso cómo los pequeños colmillos le asomaban al alzar su curioso olfateo. ¡Era un animalito encantador! Pero saber su proceder le cambió el semblante a uno algo apenado. No dijo nada por el momento; en cambio lo dejó terminar e hizo un esfuerzo por imaginar al perro del que el mayor habla.

— Llevan su tiempo siendo compañeros, ¿né? Me pregunto si han comenzado a parecerse entre ustedes, teheh. Mi gata tiene un poco de mí, creo. Frunce igual la nariz, así. —

Le ejemplificó un par de veces, mirándolo con falsa despectividad. Luego esbozó una sonrisa. Ésta sí era genuina y se apreciaba tanto en sus ojos rasgados como en sus hoyuelos.

— Me encantaría aceptarlo pero... Su dueño debe extrañarlo, Hunter San. Deberíamos devolvérselo.. Es lo correcto. —


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Asintió, frotando sus manos en el trasero de sus vaqueros, insistentemente. Liberó un suspiro de alivio, a pesar de las burlas (a lo cual reaccionó apretando los labios y arqueando las cejas), y ahora que ya no tenía que cargarlo se animó a acariciarle la cabecita con la punta de su índice.

— Es del hijo de mi socio, lo saqué de su jaula mientras nadie veía. Yo no puedo tener mascotas —murmuraba mientras se agachaba para verle de cerca. Ya no mostraba tanto sus púas. También el animal se veía más relajado, pareciera que estas fueran pelo peinado hacia atrás—. Tengo un perro, lo tuve desde la universidad, pero debido a que viajo mucho vive con mis padres.

El erizo parecía estarse acurrucando.

— Te lo regalo.
abesada · F
Apretó los labios pero llegó a un punto que no pudo contener una carcajada al ver la desesperación de Hunter en sus gestos; no había notado que fuese tan expresivo y cómico a la vez. Mejor sería disimular su pequeña e inocentona burla, una vez que el ericito ya estaba entre sus manos, medio contraído pero igual olfateando el nuevo ambiente.

— ¿Recién lo adoptaste? No parece ser adulto... Qué mono ~ —
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Apretaba los dientes, evitando reír por la ansiedad que le producían los pasitos de la criatura entre sus palmas. Se movía exageradamente lento y minucioso mientras se lo acercaba a ella.

— No lo voy a lograr. Mierda —maldecía nervioso, entre dientes—. Lo voy a tirar, lo voy a tirar —repetía una y otra vez. Pero cuando sus manos se tocaron, el animal se dio la vuelta y caminó hasta su muñeca, como si fuera a intentar meterse debajo de su manga—. No, no, no —resopló y se lo entregó sin más—. Estará mejor ahora.
abesada · F
— ¡Seguro! A ver, acércalo poco a poquito. —

Juntó ambas manos con las palmas expuestas, esperando que el erizo siguiera camino en ellas. El animalito quizás se crisparía al percibir un aroma distinto, por lo que lo trae hacia sí con cuidado.

— Fufuh. Hace bonitos sonidos... —
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— Sostenlo. Me hace cosquillas en los dedos.

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