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H1582131 · 31-35, M
[...] Mientras se quitaba el poncho, sus ojos se perdían en los premios. Eran curiosos, todo olía bien, era dulce y colorido. Sus ojos se detuvieron en un par de cerdos de peluche; no sabía si venían juntos o si los podía llevar separados, porque tan apretados entre tanto juguete, daba la impresión de que estaban pegados. Ya preguntaría por ellos, mientras tanto se dirigieron al mostrador. Ya tenía la tarjeta de crédito lista para pagar.
— ¿Irás a trabajar en dos horas? —inquirió, mirándola de reojo cuando se dio cuenta de que le recordaba a alguien. En efecto, se trataba de la imagen de la artista en blanco y negro—. Dejaremos las fotografías para el final, cuando esas... —formó un par de cuencos con sus palmas y las colocó delante de su pecho, simulando tener un par de senos grandes— sean mías. ¿Bien? Tendrás lo tuyo también.
— ¿Irás a trabajar en dos horas? —inquirió, mirándola de reojo cuando se dio cuenta de que le recordaba a alguien. En efecto, se trataba de la imagen de la artista en blanco y negro—. Dejaremos las fotografías para el final, cuando esas... —formó un par de cuencos con sus palmas y las colocó delante de su pecho, simulando tener un par de senos grandes— sean mías. ¿Bien? Tendrás lo tuyo también.
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