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H1582131 · 31-35, M
(...)

Sonrió y le dirigió una mirada llena de una complicidad que no sabía de dónde venía. Asintió con decisión y se colocó frente al juego.

Siempre tuvo buena puntería. Era tan alto como un jugador de la NBA y siempre fue colmado de habilidades para el baloncesto, pero la música le apasionaba más. Se hizo con una de esas esferas acrílicas y brillantes que, entre sus manos parecían apenas unas esferitas. La arrojó como en el bowling, con tanta precisión que, a la primera anotó en el hoyo del centro; segundo intento: lo mismo; tercer intento: consiguió menos puntaje... pero los tickets no dejaban de salir. Esperaba que tuvieran la misma suerte en cada juego que tocaran.

En esos lugares afloraban sus instintos ludópatas (?), se volvía muy competitivo. Enseguida le cedió otra esfera igual a ella, colocándose a un lado.

— ¿Qué dan de comer en estos centros? Dudo que pizza —inquirió, mirando distraídamente por allí, intentando descifrar algún olor conocido.
H1582131 · 31-35, M
— ¿Hija? —le miró de reojo, ¿entonces cuántos años tendría? No sabían mucho el uno del otro, pero para tener una hija en el kinder, se preguntó qué edad tendría. Se veía joven, demasiado.

Sus ojos se perdieron por un instante en la esfera de acrílico transparente y luego en las imágenes de Sailor Moon.

— Cómo me fascinaba Sailor Neptune. Ella o Jessica Rabbit debieron ser mi primer amor animado... has de saber que se me rompió el corazón cuando supe que era lesbiana —comentaba con soltura mientras se despojaba de su poncho, luego de haber divisado los lockers y haber pagado por uno—. Tiempo después fantaseaba con las lesbianas, me encantan —exageró un jadeo mientras enrollaba la pesada prenda, asintiendo a su sugerencia.

Después de volver con las manos libres, frotándolas como quien se prepara para algo importante, estaba listo. Pero inevitablemente su mirada se dirigió hacia donde ella apuntaba: a los puerquitos. Uno era blanco, el otro negro. (...)
abesada · F
Woah, kawaii ~ ¿jugamos éste? Tiene la pinta que nos dará muchos tickets.

Irguiéndose se giró mostrando una espléndida sonrisa; cargaba una de las esferas entre sus pequeñas manos, con tal feminidad que recordaba a una geisha. Sus uñas en forma de almendra, lilas con un diseño bonito y sutil, tamborilearon el acrílico. Se veía entusiasmada, esa clase de juegos y lugares le gustaban más por el valor de la melancolía que por una verdadera pasión ludópata.

Pues ella también tenía recuerdos muy remotos de su infancia, cuando su padre las llevaba a ella y a su hermana mayor, a los salones Arcade de Shinjuku.

Quiero los puerquitos. Ayúdame a conseguirlos, ¿sí?

Parecía que le pedía la gran cosa; su mirada desde abajo brillaba con cierta ilusión, al dejarle la esfera en las manos. Con tal cuidado que "casi sin querer", le acarició con las yemas.
abesada · F
Es cierto que aquél salón de juegos ofrecía un montón de cosas por ver; si bien por un lado había hileras completas de máquinas de arcade exhibiendo todo tipo de videojuegos de peleas, al girar la esquina en otro cuarto podías encontrar otros géneros; tiros en primera persona, aventuras, incluso los musicales entre los cuales - Sada se acercó a verlo con mucha curiosidad - relucía el de taiko o tambor japonés. Si bien no curioseaba de más en las máquinas, sí lo hacía viendo de reojo lo que sea que capturara la atención de Hunter; como si eso le permitiera conocerlo un poco más sin esforzarse demasiado.

U - um. No, no es trabajo. Mi hija llega del Kinder a esa hora, debo recibir el bús escolar.

Caminó por delante de él, inclinándose a tocar una esfera de acrílico transparente, rosado y con brillitos, que servía para anotar encestes en una máquina con temática de Sailor Moon.

«…»
H1582131 · 31-35, M
[...] Mientras se quitaba el poncho, sus ojos se perdían en los premios. Eran curiosos, todo olía bien, era dulce y colorido. Sus ojos se detuvieron en un par de cerdos de peluche; no sabía si venían juntos o si los podía llevar separados, porque tan apretados entre tanto juguete, daba la impresión de que estaban pegados. Ya preguntaría por ellos, mientras tanto se dirigieron al mostrador. Ya tenía la tarjeta de crédito lista para pagar.

— ¿Irás a trabajar en dos horas? —inquirió, mirándola de reojo cuando se dio cuenta de que le recordaba a alguien. En efecto, se trataba de la imagen de la artista en blanco y negro—. Dejaremos las fotografías para el final, cuando esas... —formó un par de cuencos con sus palmas y las colocó delante de su pecho, simulando tener un par de senos grandes— sean mías. ¿Bien? Tendrás lo tuyo también.
H1582131 · 31-35, M
Con que eso era. Una sonrisa felina se dibujó en sus labios, y luego está se transformó en una risa fresca. Se dejó guiar, sin problemas, observando con fascinación todo a su alrededor. Aquellos barrios no se parecían en nada a los que solía frecuentar con sus socios, y hacerlo de día tenía su encanto, además.

Sintió un vuelco en el pecho al ver el tipo de lugar al que habían llegado, pues eso le revocó a las mejores épocas de su infancia, cuando pasaba los veranos en Visalia con los abuelos, y su abuela los llevaba a él y a su hermana mayor a Chuck E. Cheese's. Emocionado adelantó el paso, extrajo el móvil de su bolsillo y empezó a tomar fotos desde afuera, sin responder verbalmente a sus palabras, sólo asintiendo de momento.

Rió al ver lo que le señalaba. Podría quedarse allí todo el día, si ella quería.

— Me encanta, tenemos que ganarlo —indicó, decidido, aunque le hiciera gracia el regalo que tenía pensado para él, como si le conociera bien. [...]
abesada · F
Volteó a mirar al hombre y al hacerlo, su cabello siguió el movimiento como una cortina en el viento. Al estilo de la foto más popular de Takeuchi Mariya. Ni bien encararlo, sonrió, cejeando.

¿Crees que podamos?

abesada · F
Pu - ri - ku - ra. Fuhuh. ¡Son las máquinas de fotos instantáneas! Puedes ponerles filtros graciosos y stickers.

Explicaba y caminaba, retomando el paso después de haberle dado un ligero empujoncito con el cuerpo, en inocentona venganza por la maldad del sombrero. Una vez que cruzaron la calle se encontraron con una serie de locales. En el primero vendían Okonomiyaki y en el espacio vecino - que parecía ser un anexo del centro de Arcade -, se intercambiaban tickets de máquina Arcade por regalos de todo tipo. Desde artículos de papelería hasta monerías como peluches y juguetitos. Incluso había objetos de uso muy específico, como reposapalillos con figuras extrañas y bizarras. Como esa que había señalado al pasar: eran un par de senos tipo anime, diseñados para sostener las puntas de los ohashi.

Te voy a regalar ese, si logramos conseguir suficientes tickets. Tengo dos horas libres, ¿qué dices?

«…»
H1582131 · 31-35, M
Le vio hacerse con su sombrero, el resultado final: probablemente se le veía mejor que a él.

— ¿Crees? Pensaba volver a cortarlo pronto —frunció ligeramente la nariz, dando una leve palmada al sombrero para hacerle la maldad mientras veía su propio reflejo en la pantalla del móvil, como si fuera un espejo—. Pooricoo... ¿qué? —intentó descifrar por si mismo si se trataba de alguna especie de postre. Tal vez fue lo primero que pensó, por el vacío que sentía en el estómago. Y no sería tan descabellado que se pudiera obtener de alguna máquina.

Ahora todo se obtenía así. Inocentemente llevó las manos a hurgar dentro de los bolsillos de sus vaqueros, preparando la billetera para encontrar algo de efectivo.

— Bien, vamos —miró al cielo, notando que las nubes se hacían cada vez más grises—. Quédate el sombrero, por si llueve —una vez más llevo a tantear sus bolsillos, pero esta vez dentro de su poncho (más bien las prendas que llevaba debajo). Enseguida se llevó un cigarro a la boca
abesada · F
¡Por poco y comenzaba a quejarse por tantas condiciones! Menos mal fue bueno y le cedió ese bonito sombrero; aunque holgado, sentía que moldeaba perfecto en su cabeza. Además combinaba bien con el jumpsuit que llevaba puesto.

¡Claro! Los sombreros dan un toque extra. Te miras más bohemio con él. Te da aún más actitud.

Lo modeló un poco más, mientras se miraba con la cámara frontal del móvil. Hasta que se le ocurrió algo.

Ne, né! ¿Alguna vez te has tomado una purikura? Hay muchas máquinas por aquí cerca, tomémonos unas, ¡anda!

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