— Yo no me oculto, ese infeliz y sus secuaces pueden venir a buscarme si así lo quieren, pero.. Já, ni siquiera cuando era parte de los suyos lo hicieron. Es demasiado esperar —soltó una risa sarcástica y se encogió de hombros. Había aprendido que, pese a ser ellos seres de cielo, eran bastante parecidos a las ratas de cloaca—. Mi Dios es un ser excepcional y tremendamente poderoso. ¿Por qué no decides quedarte conmigo en la morada que me dio? Puedo protegerte, ya que tenemos un descuido paternal en común. ~

— Entonces tú también te escondes… de alguna manera. Creí que tenerte cerca implicaría alguna amenaza. Me alegra que no sea así.

Pero, ¿a qué Dios sirves ahora? —

— No erraste en nada, mis habilidades han aumentado y cambiado; antes no podía percibirte. Le sirvo a un nuevo Dios que me obsequió todo eso. Estás a salvo de los otros y de... Ese ser.

— He aprendido a esconderme del cielo. Hacerme pasar por humano no es…tan complicado. Pero si tú pudiste hallarme, en algo erré. —

— No esperé encontrarte en este sitio... Vaya sorpresa. ¿Sigues huyendo? Creí que a estas alturas ya te habrían asesinado. No hay mucha eficiencia en el cielo en los últimos siglos.