El docente percibió que el cambio de humor de su estudiante cambiaba de manera peculiar, por lo que para evitar cualquier obstáculo en su intención, activó levemente el poder sagrado de su espada, adquiriendo ese tono rubio pálido. Ya con sus propias habilidades potenciadas, se agachó para cargar a Haru en su hombro, tal cual costal de algún tubérculo fuese, empezando a caminar en dirección al gran salón de la mansión. —Me temo que deberé hacer caso omiso a su demanda, Ojou-san. Me dará todos los detalles. —Por supuesto, ya había dejado la broma aparte, y ahora se refería a algo más.