Madre siempre decΓa, que el reino de la mΓΊsica no es un reino que pueda pertenecer a este mundo... ni a ningΓΊn otro. EscΓΊchame, si te place, sΓ³lo hago que mis dedos dancen en teclas de blanco y negro, para crear maravillosos colores en tu mente, y me pregunto cΓ³mo algo tan bello podrΓa fluir desde mis acciones, pensando: ΒΏCΓ³mo puedo adorar o amar esto?...
Finalmente concluyes: La mΓΊsica es quien nos ama, ella nos aceptarΓ‘ a todos por igual y sin distinciΓ³n.
Me gustarΓa tomar su ejemplo, mi buen Jacobe βSus dedos dejaron de moverse sobre las frΓas teclas, dedicando el tierno esbozo de una sonrisa clemente a su maestre y cuidador, a quien valoraba como a un segundo padreβ quiero aceptar a aquellos sin importar su crianza, cultura o intelecto. Y tal vez, solo tal vez pueda aportar un poco de luz a sus corazones.
