—Oh eso quiere decir que rompes tus ropas a propósito. Pensé que había sido un accidente.— Llevó el dedo índice al mentón propio, pensando por un par de segundos, incluso su mirada pasó de la mujer hacia el cielo. Imaginando la respuesta. — ¿Quién te lastimó tanto?— Volvió la mirada a los ojos contrarios y relajó sus hombros dejando a los lados los brazos e incluso llegó a mostrar una sonrisa calmada. —Sé que soy un completo desconocido pero ahí está la magia, al ser alguien que no tiene conexión contigo o con quien te lastimó puedes desahogarte sin remordimiento... Como los humanos cuando beben demás y cuentan sus penas a los taxistas que los llevan a casa.
Intentó no hacerlo, pero en un movimiento delicado terminó por cubrir sus labios con el dorso de su mano soltando una risa con un grácil ademán. —¡Qué simpático! ¿Como pudiste deducir que soy yo quien encuentra placer en romper?
—Si lo hay, ya que es una elección, en otras palabras. Elegiste esa ropa, por lo bonito, por algún motivo. Si eso se extrapola a una pareja, puede ser que se rompa como las telas que cubren tu cuerpo.
—No hay relación alguna entre una y otra cosa, soy un espíritu sagrado, he visto este mundo durante siglos. Haría falta alguien extraordinario para lograr romperlo. Pero tomaré tu adorable consejo.
—La arrogancia siempre es primordial. Pero de cualquier forma, deberías tener cuidado. Si la ropa se rompe tan fácil, puede ser que lo mismo ocurra con su dueño.
