— ¿Te piensas que esto es una cantina, idiota? —le devolvió la expresión burlona, no perdió la oportunidad de insultarla—. Si quieres comer vas a tener que darle uso últil a tu cuerpo —le advirtió antes de comenzar a armar la tienda.
—Me alegra que estés consciente de que eres un adefesio pusilánime.— Se burló, al sonreír mostró ligeramente sus afilados colmillos. —Un poco de sombra no vendría mal, después podrías cocinar algo para mi, antes de que me de hambre y termines siendo mi merienda.
— Que coincidencia, pensaba lo mismo —respondió para luego comenzar a hurgat entre sus cosas—. Armaré una tienda, no me gusta la idea de compartir, pero ya hemos compartido varias cosas.
—Bueno, aceptemos no eres la criatura más apreciable sobre la Tierra.— Le dedicó una escrutadora mirada, después, se acomodó sentada grácil sobre la arena. —Hace demasiado calor...
