Al parecer la suerte de Veloce no era contagiosa, aunque sabía que no sería sencillo obtener algo de esa criatura, tampoco pensaba irse con las manos vacías. El tacto firme de su mano hacia su mentón fue una advertencia pero mucho faltaba para intimidarla. — Oww mira, se parecen a ti. — bromeó, los espíritus esperaban la indicación para poder atacar y darse un festín. — Ya estoy harta de esa oferta...¿No tienes una mejor? —
—Niña estúpida. ¿Crees que le temo a un mundano puñado de ratas?— Avanzó hacia ella, el enojo que sentía hacía vibrar la sangre en sus venas, sus emociones eran incluso más intensas dentro de ese cuerpo mortal que la aprisionaba. Se colocó frente a ella, tomando su mentón con la diestra. —Que se atrevan a desafiarme. Ni siquiera son dignos de que me alimente de su carne, pero mis pequeños están hambrientos.— A su alrededor, comenzaron a aparecer criaturas con la forma de zorros, distaban de ser simples animales. —Dejarte vivir es un ofrecimiento justo.
Sonrió con cierto descaro, mostró ambas manos a la altura de su cabeza en señal de paz. — Me ofrecieron oro por tu cabeza, pero no es oro lo que busco. — la asesina miró hacia los lados y en voz baja añadió. —pero si no tienes algo mejor que ofrecer para alejar a esos cazadores de tu recinto sagrado, me temo que tendré que tomar el oro. —
Cruzó los brazos, inclinando el rostro ligeramente. Sus majestuosas colas se oscilaron a su espalda y sus orejas se movieron ligeramente, en alerta. —La curiosidad puede ser una virtud o un defecto bastante peligroso... y has escuchado de mi.— Dejó escapar un suspiro, con fingido hartazgo. —Supongo entonces que buscas lo mismo que todos los de tu especie.
— Digamos que no soy muy...creyente. — Su mirada se afilo. Una cola de esa criatura podría valer una fortuna, su mano derecha, aquella que no portaba el brazalete se sujetó su propio mentón. — Solo quería corroborar si lo que las historias cuentan era real. — añadió encogiéndose de hombros.
—Si quieres pedir deseos deberías buscar a un genio, no a alguien como yo. Vienes a mi templo con las manos vacías y pretendes que te haga favores...— Su sonrisa se deformó en una mueca desdeñosa, mirándola hacia abajo ya había notado que no llevaba un obsequio.
— Oh no, no lo creo. Pero si en algo confío es en mi intuición...— sonrió ladina, mantenía sus dos manos en su espalda, casi parecería ser inocente. — ¿Dónde debo arrojar una moneda para pedir un deseo? — bromeó avanzando un poco, miraba discretamente el lugar.
