»Venga, no te preocupes.« Apresuraría a mencionarle cuando se hizo notar lo evidente del resto de compañeros: que aún inaceptaban a Gatsu en la Cuadrilla por haber matado a un integrante. Empeorándose con los golpes del día anterior hacia Griffith. Pero el peliblanco seguía actuando muy seguro de sí, sin rencores por lo ocurrido, y no tratando a Gatsu indiferente. Sabía que la leve tensión cesaría en el momento que comenzaran a escalar y las trivialidades serían hechas a un lado.
»Sígueme« Más que una voz autoritaria, se enfatizó la sensación tranquila. Se dirigiría a las últimas tiendas de campaña, correspondiendo los saludos hechos por los miembros que piensan de él como un mercenario curioso e incomprensible, porque no parecía ser uno con esa manera de actuar tan incómodamente gentil. Un líder nato a pesar de ser joven.
Ya que el equipo había aumentado con creces, sus estrategias también evolucionaban. Ahora planeaba cosas geniales tomando en cuenta a Gatsu. Serían aún más fuertes, podrían crear nuevos caminos, ¡Ah! se sintió tan emocionado que no podía aparentar otra cosa en ese momento. Sino, hasta que él habló, y entonces hizo una mueca infantil confundida. Volteó a verle ante aquella pregunta de la que sólo hizo conjeturas »¿Uhm? ¿Ya hiciste algún amigo acaso?«
»Bueno, entremos.« Con el dorso de su mano diestra apartó la tela que protege la entrada. El interior estaría muy ordenado. Siendo de día, puede observarse ubicado céntricamente un mapa extendido, en el cual Griffith no dudó acercarse rodeándolo y dejar espacio frontal al pelinegro cuando éste tomara asiento sobre el monto de piel animal.
»Apareces como un fantasma Gutts. No tienes porqué callar siempre.« Griffith, que había vacilado en sus pensamientos por un momento, la intuición hizo que perfilara el rostro. Si Gattsu estaba ahí, al menos no habría quedado en ridículo por suponer solo, sino carcajearía mentalmente para sí mismo. Por ende, sonrió como era característico de él y observó de reojo al visitante, para su sorpresa, el mercenario miembro de la Cuadrilla del Halcón que esperó. Le dio gusto su presencia, a pesar que sabía que era nuevo en el equipo. Como explicarlo. Era especial a su manera y eso fue suficiente para tenerle consigo, y porque hacía un día que ganó ese derecho.
El albino no hizo espera y se movilizó un poco ante él, ahí vislumbró con los vendajes en el hombro de aquél. Más que disculparse por ser el artífice de ese daño, pareció preocupado. »¿Estás mejor? ... Sabes, lo de detener la espada con la boca, enserio, me tomó por sorpresa.«
