-su cuerpo tremblaba por el dolor. Casi podría jurar que sus ojos se le saldrían de las órbitas.

Un intenso calor envolvió su cuerpo que se encendió por un aura purpúrea, energía totalmente opuesta a la que solía caracterizar a Amaie al invocarla para el manejo del viento y el hielo.

—Lo hemos hecho bien, hermano. La diosa estará complacida — Pronunció Amaie con voz agitada delante de Glask, pero en su cabeza, parecía hablarle a alguien más, alguien que alzaba su arma en contra de una mujer embarazada, a quien le atravesaba el vientre con una larga cimitarra. La madre se agarró el vientre, pero el líquido amniótico y la sangre brotaban de sus entrañas hasta que la mujer murió desangrada.

Amaie mientras tanto se agazapó contra el muro, manteniendo las manos en la cabeza, sin poderle responder a Glask, pues su mente realmente no estaba ahí.-