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Gs1583918 · M
Aquello también era un experimento; y el varón lo llevaría hasta las últimas consecuencias, poniéndose a sí mismo como sujeto y carnada a la vez. Había más que lujuria y simple atracción en ese trozo de eternidad: era un auténtico encuentro entre opuestos que se perfeccionaban mutuamente, caos y destrucción hallándose en los impulsos más primarios para realmente llegar a la perfección, aquello que ambos buscaban a su manera.
En ese sentido, sí, Glask era obra de Khione: pero no su vasallo, sino su contraparte. Su igual.
No necesitaría decírselo o recordárselo: ella lo descubriría tarde o temprano, con la boca de Glask danzando a la par de la ajena, y sus manos ajustándose a la perfección a las curvas de Khione, explorándolas sin miramientos y descubriendo a cada palmo la enervante sensación que seguía embriagando sus sentidos con cada segundo.
En ese sentido, sí, Glask era obra de Khione: pero no su vasallo, sino su contraparte. Su igual.
No necesitaría decírselo o recordárselo: ella lo descubriría tarde o temprano, con la boca de Glask danzando a la par de la ajena, y sus manos ajustándose a la perfección a las curvas de Khione, explorándolas sin miramientos y descubriendo a cada palmo la enervante sensación que seguía embriagando sus sentidos con cada segundo.
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