—Wow, wow. ¡La niña tiene agallas! —Galford dio un paso atrás, mientras retiraba la mano de la cabeza de Ophelia. Retrajo ambos brazos y abrió por completo las palmas en un fingido gesto de rendición; aunque su expresión parecía desmentirlo, puesto que la misma expresión indulgente - cual la que se le dedicaría a una chiquilla - permaneció en su faz. —Ni lengua ni mano, cariño. Las dos me son muy útiles aún, muchas gracias. —Y, como era de esperarse de alguien como él, no había remordimiento alguno en su voz; más bien el tono de quien no se toma en serio las amenazas. Ni siquiera cuando miró a Ophelia directamente a los ojos, recibiendo esa gélida mirada, supo arredrarse; por el contrario, rió una vez más mientras alzaba la vista al cielo y se encogía de hombros.
Oh, la había ofendido y de una de las peores formas pero, después de tantos años, aquellos piques a su orgullo que él pretendía darle ya no tenían el mismo efecto. Lo conocía, quizá mejor que nadie, él solamente era un chiquillo prepotente en el cuerpo de un adulto; ¿valía si quiera la pena que se mostrara enfadada?
Una mueca de fastidio fue lo único que cruzó su rostro mientras su diestra empujó de un movimiento el brazo de su general para quitárselo de encima. —Si vuelves a tocarme te dejaré sin maño y si vuelves a hablarme así te cortare la lengua y, por Zuiver y Akroma, sabes que no miento. — Su mirada carente de emoción solamente reafirma a sus palabras.
Entre su orgullo y el hecho de que Ophelia se hubiera medido, disimular el leve dolor que el golpe le había causado fue tarea fácil: su pequeña sonrisa arrogante siguió incólume. Adoptando un aire a medias entre lo paternal y lo burlón, Galford palmeó un par de veces la cabeza de la pelirroja, mostrándose condescendiente. —Hace tanto de eso, y aún lo sigues presumiendo... Déjalo, Ophelia. Te daré un caramelo por el esfuerzo.
Sin pensarselo ni un segundo le propinó un golpe a Galford en el hombro y, aunque midió su fuerza, no por eso resultaría menos doloroso. —Ten más respeto, ¿o quieres que te deje en ridículo como en los entrenamientos?
—Ophelia, Ophelia, Ophelia. ¿Crees que nuestra Reginâ es menos sabia que tú? Ahora sé buena chica y deja mi ropa en paz, estos trapos estorban demasiado...
