No podía simplemente caminar e ignorarla, no, la verdad es que la estaba volviendo loca con sus palabras y en cuanto grito a su oído pegó un brinco y se giró para verla nuevamente de frente. — ¿Demonio?...— de todo fue lo que más pudo retener, rodó la mirada y cruzó sus brazos. — Giselle, estamos por llegar, se buena y continua caminando. — insistió.

—¡No es el frío acero el que nos trae la muerte, sino la espera eterna de su hoja en la piel!— Recitó, después de trastabillar un ápice por la poca delicadez que la ladrona usó para dejarla por ahí como si fuese cualquier cosa. Se acercó a ella para, muy a su pesar seguir caminando, acomodando hacia atrás su cabello. —¡OH LA CRUELDAD DE LA ESPERA!— Prácticamente le gritó en el oído. —Los perpetuos minutos de la agonía de la expectativa.— Suspiró suavemente. —O las palabras viles de un malvado demonio que dice ser, mi compañera de viaje.

¿Por qué todo con ella tenía que terminan en una cama?. Suspiró y la soltó dando la media vuelta para comenzar caminar. — Si te llevo en brazos vamos a bajar la guardia y si nos atacan no será fácil responder. Así que se buena y camina un poco más. —

—¡Tendrás que llevarme en tus fuertes brazos hasta una cama cálida y suave! Podría morir de cansancio si doy un paso más.— La realidad era que ni siquiera estaba un poco cansada, pero ya se había aburrido de caminar.

— Te advertí que sería un camino largo. — La sostiene un poco. — Pasaremos por el siguiente pueblo y te dejare ahí, yo terminaré el encargo. — Probablemente podría robar con mayor libertad si ella no estaba ahí metiéndose en sus asuntos.