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YuukiKuran · F
(Rol Mode Off: No estoy interesada en usuarios, sin embargo, ¿Podría saber cuál es su idioma nato?)
La Ciudad, 18:45 horas.
Shelke Rui, desde de haber visitado la mansión Kuran, vagó por varios sectores de la silente y misteriosa ciudad hasta que finalmente tonó asiento en una banca larga de un hermoso parte solitario y taciturno, bastante amplio, con juegos para niños, asientos junto a mesas, etc. Contemplaba la triste y eremita Luna mientras los gélidos céfiros abrazaban lo más profundo de su ser hasta que su piel recordaba los momentos en que aquél “Inmaculado” sentado en un trono de piedra y hierro los lideraba con impero y con solo su mirada, transmitía la adhesión que sentía hacia todos.
Ensimismada en los recuerdos de su corazón que los hálitos le mostraban hasta que una grave y lujuriosa voz externa con acento rumano pronunció su nombre:
– ¿Shelke? – Emitió una hermosa carmín.
– ¡Rosso! – Emitió a una mujer alta de rojo cabello corto y largo hasta los omóplatos, de igual color sus orbes seductores con mirada penetrante, ataviada a un uniforme parecido al de Shelke, sin embargo, ésta tiene piezas de armadura en los brazos y en la parte inferior, con botas altas, un pectoral gris, un bolero ajustado color rojo de cuello alto y sin faltar, las verticales franjas azules. Se trataba de Rosso The Crimson, quien lanzó una interrogante:
– ¿Cómo te fue con la princesa? –
– Excelente, me comentó que nos visitará pronto. –
– Como si fuera creíble. –
– Es entendible que no confíes en ella, pero al menos mostrar respeto por todo lo que ella ha hecho por nosotros. –
– Si, si, si… He entendido, espero que no nos estemos equivocando con esa princesa… Por nuestro bien.
El bosque, 18:53 horas.
Con grandes y frondosos árboles largos elevados hasta el limbo, que sus ramas ocultaban la luminiscencia lunar de la tierra, con una suave y brillante alfombra verduzca llena de una fauna exquisita y variada junto a los adornos abióticos. A casusa de la alunizada luz, las inmensas hojas de los árboles erigían una eficaz oscuridad entre los senderes del bosque sin escaparse el más mínimo rincón. Definitivamente nadie se atrevería a pasar por un sector tan lóbrego y tétrico,error, pues si había un temeroso que se atrevió a transitar los senderos del bosque, un espécimen con forma masculina emergió del fúnebre bosquejo a paso lento en dirección a la mansión.
Este individuo pareciente a un joven, tal vez un adolescente o un niño, ¿Quién sabrá? Es muy posible que nadie descifre su mocedad, en fin… Definitivamente muy discutible la edad de dicho chico que transitaba aquel lar del bosque, de aspecto sugestivo: De tez pálida y tersa, cabello lacio blanco y corto hasta la quijada, su rosto cubierto por largos y cortos mechones de cabello que cubren sus sienes. Ataviado a un pantalón negro y zapatillas del mismo color, en la parte superior una gabardina grisácea abrochada que cubre los brazos y el cuello. Ayoreitas entrecerradas y brillantes con mirada perdida sin expresión alguna.
Después de una larga velada de cometido lejos de casa ya por un magno tiempo indefinido, deseoso de llegar a su habitad, ávido de abrasar y besar a sus dos adoradas y amadas damas, para después escasear su vigorosa sed y seguido de un baño con burbujas, recibir a la estrella de fuego en su cama, durmiente como un sublime y fastuoso príncipe que es. Pero no todo acontece como se calcula y se especula, ya que en su transitar a la mansión, topó con un errante carmesí ávido de la poesía.
La Ciudad, 18:45 horas.
Shelke Rui, desde de haber visitado la mansión Kuran, vagó por varios sectores de la silente y misteriosa ciudad hasta que finalmente tonó asiento en una banca larga de un hermoso parte solitario y taciturno, bastante amplio, con juegos para niños, asientos junto a mesas, etc. Contemplaba la triste y eremita Luna mientras los gélidos céfiros abrazaban lo más profundo de su ser hasta que su piel recordaba los momentos en que aquél “Inmaculado” sentado en un trono de piedra y hierro los lideraba con impero y con solo su mirada, transmitía la adhesión que sentía hacia todos.
Ensimismada en los recuerdos de su corazón que los hálitos le mostraban hasta que una grave y lujuriosa voz externa con acento rumano pronunció su nombre:
– ¿Shelke? – Emitió una hermosa carmín.
– ¡Rosso! – Emitió a una mujer alta de rojo cabello corto y largo hasta los omóplatos, de igual color sus orbes seductores con mirada penetrante, ataviada a un uniforme parecido al de Shelke, sin embargo, ésta tiene piezas de armadura en los brazos y en la parte inferior, con botas altas, un pectoral gris, un bolero ajustado color rojo de cuello alto y sin faltar, las verticales franjas azules. Se trataba de Rosso The Crimson, quien lanzó una interrogante:
– ¿Cómo te fue con la princesa? –
– Excelente, me comentó que nos visitará pronto. –
– Como si fuera creíble. –
– Es entendible que no confíes en ella, pero al menos mostrar respeto por todo lo que ella ha hecho por nosotros. –
– Si, si, si… He entendido, espero que no nos estemos equivocando con esa princesa… Por nuestro bien.
El bosque, 18:53 horas.
Con grandes y frondosos árboles largos elevados hasta el limbo, que sus ramas ocultaban la luminiscencia lunar de la tierra, con una suave y brillante alfombra verduzca llena de una fauna exquisita y variada junto a los adornos abióticos. A casusa de la alunizada luz, las inmensas hojas de los árboles erigían una eficaz oscuridad entre los senderes del bosque sin escaparse el más mínimo rincón. Definitivamente nadie se atrevería a pasar por un sector tan lóbrego y tétrico,error, pues si había un temeroso que se atrevió a transitar los senderos del bosque, un espécimen con forma masculina emergió del fúnebre bosquejo a paso lento en dirección a la mansión.
Este individuo pareciente a un joven, tal vez un adolescente o un niño, ¿Quién sabrá? Es muy posible que nadie descifre su mocedad, en fin… Definitivamente muy discutible la edad de dicho chico que transitaba aquel lar del bosque, de aspecto sugestivo: De tez pálida y tersa, cabello lacio blanco y corto hasta la quijada, su rosto cubierto por largos y cortos mechones de cabello que cubren sus sienes. Ataviado a un pantalón negro y zapatillas del mismo color, en la parte superior una gabardina grisácea abrochada que cubre los brazos y el cuello. Ayoreitas entrecerradas y brillantes con mirada perdida sin expresión alguna.
Después de una larga velada de cometido lejos de casa ya por un magno tiempo indefinido, deseoso de llegar a su habitad, ávido de abrasar y besar a sus dos adoradas y amadas damas, para después escasear su vigorosa sed y seguido de un baño con burbujas, recibir a la estrella de fuego en su cama, durmiente como un sublime y fastuoso príncipe que es. Pero no todo acontece como se calcula y se especula, ya que en su transitar a la mansión, topó con un errante carmesí ávido de la poesía.