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Ella esperó a que su esposo le ofreciera su mano, se cortó un fino mechón de cabello propio para atarlo al dedo anular de él y pidió amablemente que él hiciera lo mismo con su dedo. Al hacerse aquél primer paso ella susurró algunas palabras y el cabello se tornó blanco y traslucido hasta volverse energía pura.
──Este hilo que nos atá, es como el hilo rojo. Puede estirarse, enredarse, acortarse pero jamás se cortará. Si te pierdes empezará a brillar y te guiará hacia mí. (...)
──Este hilo que nos atá, es como el hilo rojo. Puede estirarse, enredarse, acortarse pero jamás se cortará. Si te pierdes empezará a brillar y te guiará hacia mí. (...)
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