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Alrededor del árbol de la vida y la fuente de la juventud, Gehen había levantado un laberinto de flores y árboles que se nutrían de la magia que emanaba el árbol blanco que le daba vida a toda la flora y fauna. Y ella pasaba el 98% de su tiempo revisando aquéllos lugares, en esta dimensión y en las otras.
Su trabajo a veces era solitario, era como un fantasma caminando por jardines sagrados. Solo el trinar de las aves acompañaba el tarareo de la mujer. Mientras hacía florecer con su magia cada pequeño capullo de flor.
 
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──Y sobre él- Hablaba del árbol mientras observaba como aquello pequeños capullos de flor se abrían y soltaban sus semillas.
──Quisiera estar aquí cuándo le toque irse de éste mundo. Y decirle que me quedaré a su lado. Que no se irá solo... Por que lo acompañaré hasta el final. - ¿Realmente el árbol estaba vivo? ¿Realmente tenía conciencia propia? Gehen lo hacia ver así por como hablaba de él.
──Asi pereciera mañana, se que volveré a verlo.- ella se sonrió con una ternura inmensurable.
Mientras Gehen hablaba se apartó de Merlín y se quitó los guantes, allí posó ambas manos sobre el tronco de Gilboa.
Los cuernos de ciervo aparecieron en ella, tan blancos y puros, eran rodeados por aquella felpa suave similar al terciopelo.
Ella literalmente comenzó a alimentar al árbol con su magia y este mismo respondió iluminando su tronco hasta hacer crecer sus hojas y brotes nuevos en la copa.
──Tuve el presentimiento cuándo Sue nació, que yo conocí esa mirada dulce de toda la vida. Me recordaba tanto a ti.- Se sonrió sola mientras apartaba sus manos aún con las runas de las puntas de sus dedos encendidas. (...)
──El tiempo es el capricho de mi madre cuándo ella me dice que vaya a tal lugar y me guía.-
La mirada de la cierva se fijó en la copa del árbol, llena de pequeñas hojas blancas y brotes.
──De hecho madre me ha dicho que quién hizo florecer tú mundo, Merlín... No he sido yo, ni mi hijo, sino vuestro biznieto. - Eso era realmente sorprendente. E interesante.
──Eso me parece realmente maravilloso y sabes a veces pienso, que una vez encontré a una mujer frente al árbol de la vida.
Fué cuándo tenía cinco años y por primera vez supe que debía proteger a la madre naturaleza. Yo... Tengo toda la impresión que esa mujer que conocí en el árbol era Sue. - (..)
──Hace años entendí que madre tierra siempre me guía al lugar correcto en el tiempo correcto, sin importar si es pasado o futuro.
El tiempo es irrelevante para alguien como ella. Por eso aunque muera en dos años, quizá pueda ver irse a este viejo árbol de igual manera. - El tiempo era irrelevante en los saltos de mundo en mundo que daba Gehen. Eso era realmente impresionante y daba a entender que realmente había una complejidad muy interesante en su trabajo como guardián. Realmente ella se tomaba muy enserio esa tarea, realmente ella amaba a esos árboles. Y también entendía que debía cuidar a aquéllos árboles que ella no recordaba haber plantado. Pero tampoco tenía la certeza de que no los plantaría por que quizá en un futuro muy lejano ella regresaría atrás en el tiempo y plantaría un árbol que ella misma en su pasado siempre cuidó y nunca supo que plantó (...)
El tronco blanco era inmenso y parecía brillar cada vez que la cierva se le acercaba.
──¿Verdad que es hermoso? Es Gilboa - Las ramas superiores del árbol parecían estar cubiertas de varios reparos de la cierva por mantenerlo en pié. Incluso el viejo árbol tenía varios apoyos de de diamante que le servían de apoyo para no quebrarse y caer. Ya estaba viejo, desgastado por el tiempo. Pero la duda era si ese árbol era tan viejo ¿Como es que Gehen con solo cinco mil años de edad estuvo allí sembrando lo? La respuesta llegó de los labios de la cierva (...)
Ella lo animó a seguirla. En la entrada del laberinto solo había libustros altos todos florecidos con sus matas de flores blancas y perfumadas. Pronto, luego de dar unos pasos, la entrada se cerró por los mismos árboles. Ellos parecieron moverse con rapidez y sellaron la salida. Allí Gehen le tomó la mano a Merlín para caminar a la par.
──El árbol de este mundo está muriendo... Lleva más de 385 millones de años nutriendo ésta tierra y a sus hijos... Existe de a mediados del periodo Devónico. Pero, parece estar llegando a su periodo final de vida. - Como Gehen controlaba el laberinto no demoraron nada en llegar frente al colosal tronco del árbol, mismo que era rodeado por un montón de otros árboles. (...)
Ella esperó a que su esposo le ofreciera su mano, se cortó un fino mechón de cabello propio para atarlo al dedo anular de él y pidió amablemente que él hiciera lo mismo con su dedo. Al hacerse aquél primer paso ella susurró algunas palabras y el cabello se tornó blanco y traslucido hasta volverse energía pura.
──Este hilo que nos atá, es como el hilo rojo. Puede estirarse, enredarse, acortarse pero jamás se cortará. Si te pierdes empezará a brillar y te guiará hacia mí. (...)
Y por ello le advirtió como si fuera un niño.
──Puedes acompañarme con una condición.
Como no eres un ciervo el laberinto te verá como un enemigo, así que ataré nuestros anulares con un hilo de mi magia. Solo de esa manera no te separarás de mí, y no serás consumido por el laberinto. - El lugar sonaba peligroso para alguien que no era un Crystal Deer, pero había que ser sinceros. Estaba hablando ella de la seguridad de un lugar sagrado y puro, un lugar que con el más mínimo error podría desencadenar el fin de la vida en ese mundo. (..)
Habia transitao ya aquél sendero junto a su hijo mayor Nadurtha, ya que él era quién en su ausencia tendría que hacer aquél trabajo tan sagrado y caritativo para su entorno.
Pero ese día era especial por que pese a que ella se dirigía a la entrada del laberinto pudo notar como las flores del césped iban abriéndose y mostrando ese color tan vivaz (Fucsia) eso solo significaba una cosa, su esposo estaba siguiéndola. Era lo único aparte de ella que hacía florecer de esa forma la vida.
Volteó al escucharlo y lo observó en silencio, pensó en la probabilidad de separarse allí dentro. (...)
— Déjame acompañarte en tu paseo esta vez, amor.- Ella no era la única que quería ayudar o pasar tiempo con el otro mientras este trabajaba. Por eso, antes de que se alejase demasiado de la entrada al laberinto la detuvo para decirle aquello.

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