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¿Qué tan sensato sería dejarle saber sus cargos? Podía enumerar sin dificultad cada uno de ellos y ponerlos sobre la mesa, sin embargo... ¡de sólo recordarlo, la sensación le crispaba desde los nervios hasta la piel!
Tuvo que sacudir la cabeza, como un cachorro frenético tras su primer baño [?], para librarse de aquella evocación de su memoria.

Tú... Tú has... —empuñó una mano con un espasmo; sólo un balbuceo irascible la acompañó antes del estallido— ¡TE HAS DORMIDO SOBRE MÍ, IDIOTA! —una vez que inició, fue imposible detenerla. [!]
 
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