—Bien dicho.— Le acaricia la cabeza. —Adiós, pequeña, y aprecia tu vida pese a toda la mierda que ella te tire.—
Se retira del lugar, desapareciendo en una nube de humo rojo.

—Señor mago misterioso, yo estaré aquí; porque eso es lo único que puedo hacer por ahora.—

—Claro que no has entendido. Eres muy joven.— Antes de que la niña dijera algo al respecto, él le colocó ambas manos en los hombros, viendo a esos violetas ojos. —Ya crecerás y entenderás mejor estas cosas... Pero por ahora, vive.—

—Hmmm...— Se cruza de brazos, esperando alguna otra palabra de sabiduría del viejo aquél, para complementar lo que recién ha dicho. Su pequeña y joven cara demuestra la inocencia de alguien que para su edad no ha entendido qué es la vida y qué es la muerte.

—Estás viva— Contestó por ella —. Y debes estar orgullosa de ello, vive, Galeana, vive como si no lo fueras a hacer más.—

—No lo sé, señor mago misterioso. Yo no distingo bien las fechas, ni las direcciones.— Comenta entre risillas.

—Te plantearé la siguiente pregunta y contéstamela con toda sinceridad: ¿TÚ estás viva?—

—Hum, yo tampoco lo sé porque no estoy muy segura. Estoy confundida.—

—ESTOY vivo, Galeana, aunque ni yo mismo lo crea.

—Pero hay cosas que simplemente veo con el alma, cosas que sé.