—¡Es lo más justo! Además, creo que me gusta el peligro, desde que estoy contigo...

Bromeaba en lo que arrugaba la nariz al ser picada, en señal de respuesta.

—¿Me llevarás dulces ricos a la cárcel?

Enarcó una ceja al escuchar esa declaración. Debía reprenderla, quizás, pero terminó por reír y picó la nariz ajena.

—¿Desde cuándo tan rebelde con la ley? Tendré que ir a visitarte a prisión.

Acarició sus caderas, acomodándole mejor.

—Pero con muy poquito, tú siempre haces magia... Además...

Se removió para acomodarse mejor sobre el cuerpo de su hermano, mirándolo fijamente.

—Como no dejan traerme nada de la panadería, logré ocultar un pan, para que podamos comerlo juntos.

—Tampoco es como si hubiera mucho que comer aquí.

Le tomó por la cintura y aplastó las suaves carnes del cuerpo ajeno contra el firme torso propio, sonriendo de medio labio.

—Ya, está bien, me levanto en un rato más. Estemos así otro poco.

—¡Eso no me gusta!

Enfadada, Lena se metió debajo de las sábanas a los pies de la cama y comenzó a trepar por el cuerpo de su hermano hasta llegar próxima al rostro de Gabriel.

—Iniciaré huelga de hambre.

—Mngh... —el punzar en su sien fue intenso e inmediato. ¿Tanto había bebido?

No quiero levantarme. Pide algo de comer, si no hay dinero diles que lo pongan en mi cuenta.

—¡Ya levántate! Tengo mucha hambre.

Refunfuñaba Lena a los pies de la cama con los labios estirados.