GabrielWright

Lo único en lo que el magnate James Wright era mejor que los negocios, era para dejar crías en todos lados. No fue sorpresa que el funeral del viejo pareciera una reunión de totales desconocidos, más que una familia unida en su sufrimiento. ¿Y qué sufrimiento podía haber? Todos estábamos ahí por una única razón: Su herencia.

La muerte no le impidió seguir jodiendo, riéndose de nosotros desde la tumba. Una cláusula maquiavélica en su testamento estipulaba que todos sus hijos debíamos pasar por una pequeña prueba, siendo el "ganador" quien se llevaría toda su fortuna. ¿En qué consistía? Simple, en realidad.

365 días completos en la pocilga repugnante en la que el anciano creció. Un barrio de malamuerte al cual no se nos permitió llevar nada más que un cambio de ropa. Sin cosas caras, sin el móvil de lujo, sin recibir un centavo de nadie más que el sueldo mínimo al que debíamos someternos, encontrando un trabajucho local sin usar nuestra familia como influencia. Una idiotez digna de una mala telenovela.

Peor aún era el hecho de que debíamos vivir todos, las 20 crías que dejó regadas, en ese departamento que se caía a pedazos. La herencia sería dividida entre aquellos que sopotasen un año entero.

Han pasado seis meses desde que la idiota prueba empezó, sólo quedamos dos.