— Humanos, ángeles, demonios, todos son lo mismo... Seres sin voluntad propia. Tú, en toda tu "inmaculada" presencia, lo obedeces a él. Los demonios, obedecen al rey del abismo y los humanos, se permiten doblegar ante los gobiernos y el clero. Agachan la cabeza y solo siguen la orden, cuando algo se les escapa de las manos es tan fácil culpar a los líderes, en lugar de asumir la responsabilidad de nuestras propias acciones. Pero todos los corderos hacen eso, hasta que aparece el lobo y todos corren a esconderse detrás del granjero. — Observó detenidamente a Ira, sin atreverse a parpadear. Rápidamente cambió su postura y contempló el rostro del albino, algo era seguro, entre la presencia de su compañera y ella, la del ángel destacaba en pureza. — ¿Puedes adivinar quién es el lobo, arcángel? No existe cosa tal como una jerarquía de poder. Todos se la pasan corriendo detrás de los giros de la vida, pero este es un juego destinado a perderse y nadie tiene un lugar seguro en ningún lado...