Sus lamentos ensordecen mi juicio. Todo lo que mis hermanas querían era libertad y lo único que recibieron fue un lamentable fin. Algún día todos y cada uno de ustedes lo pagarán.
—Eso es justo lo que hacen las Epidemias, ¿No?— Uso una analogía bastante insulsa. Ser degradado por criaturas sin ningún valor representa una ignominia. —...— Apretó las fauces, marcando una vena que resalta en su sus delicadas facciones y figura hidalguía. Las crueles palabras de su ajena, solo atormentan su cólera despectiva. — Yo los odio...— sentenció con firmeza, su molestia no va de acuerdo con el temple armonioso de sus orbes, tal vez porque al contemplarla lograba apaciguar los arrebatos de furor que brotaban con el recuerdo de una era pérdida. —Y no puedo estar más de acuerdo, por eso ser espectador de su propia condena. Es más satisfactorio, ¿no lo cree?—
– Tu historia y la mía son tan parecidas ¿No te parecen irónico que seres débiles, sin magia ni ningún tipo de conciencia real hayan hecho lo que hicieron? – Murmuró, soltando una risa llena de resignación, fuera de ser divertida. Sus ojos se mantuvieron al tanto de la lectura que ahora sujetaba entre sus manos, releyendo por encima la información. – No te confundas, no odio a la raza humana. Me parece detestable y me provocan nauseas, pero es su propia estupidez y su propia ignorancia lo que los llevará al olvido. –
El baúl de recuerdos apareció finalmente, emergiendo de entre sus memorias que conservaba el vivo intacto de las historias contadas de la senectud poluta vividas por los protagonistas. Todo aquello producto del batir inmisericorde de su renombre. — A su servicio, my lady — profesa con cierta indignación en la voz. Fue su amargo recital que enclaustra una verdad imperdonable hacia la raza humana. — Espero que las antiguas escrituras sacien tu hambrienta curiosidad sobre mi especie — Sus ojos brillaban en un matiz reluciente y encantador, mientras que su cuerpo se veía escoltado de un cálido manto áureo, como resultado de su energía fluyendo alrededor de su cuerpo: física y mentalmente se encuentra en un avizor agudo, mientras que sus aptitudes comienzan a agudizarse paulatinamente. — Jamás dejaría el fin de mi existencia en manos de una raza inferior — aquél permaneció, viéndole sesgado. (+)
Evaluó paso a paso la situación. Si a Gianna algo se le facilitaba en la vida, era ser bastante observadora. Sus ojos quedaron deleitados ante aquella prueba de valía que ejercía el ser misterioso. Buscaba y rebuscaba entre las semblanzas breves de su memoria ante la infinidad de temas que había absorbido en esta y vidas pasadas, una erudita, en toda la extensión de la palabra. – Slyrak, del lenguaje de los dragones de antaño... – Murmuró, complacida ante lo que sus rubíes detectaban a su paso. – Un dragón. – Exclamó para sí misma y en un arrebato, con rapidez encendió la vela que permanecía apagada en aquel estudio y fue en busca de un libro en específico en su amplia biblioteca. – Entonces no estaban muertos. Al menos no todos. Los arcontes elementales decidieron tomar un descanso de eones pues sus fieles compañeros, los dragones, habían perecido en afrentas bélicas contra la raza humana. Justo como pasó con mis hermanas. –
Se hizo un silencio sepulcral, las respiraciones y el intercambio de miradas fue el único acontecimiento que pudo capturar con sus orbes. Se sentía apresado por la infinita curiosidad de su depredadora, al menos es cómo se siente Marcus. Al ser ❝ evaluado ❞ por tan encantadoras matices de luz y ardientes personalidad. —En ese caso-— Rompió el silencio. —Será una verdadera prerrogativa conocer toda la gama de colores que este dispuesta a mostrarme... — Le dio un halago, mostrando la gratitud haciendo honor a su legado ancestral. — Probablemente— Se hundió en un enigma, no obstante al ser un intruso lo mínimo que podía hacer para pagara su hospitalidad era en responder a sus interrogantes. —Mis enemigos me llamaban de diversas formas, la más conocida fue Slyrak— Hizo otra pausa, esta vez, fue él quién elevo su diestra exudando de sus dígitos una energía abrasadora: Fuego, permitiendo mostrarle su facciones varoniles.
Llamas abrazadoras rodeaban por completo el ser de aquel ente al cual aún no había podido verle el rostro, sin embargo, podía denotarse a la perfección, para aquellos que poseían el sagrado privilegio de ver más allá de lo visible, el fuego ardiente corriendo por sus venas. Estos sin duda, intrigó de sobremanera a la italiana, quien extendió la diestra en dirección a él con el único fin de poder percibir la calidez que emanaba, en efecto y ahora lo confirmaba, no se trataba de un humano común y corriente. Había algo más allá, algo que quizás en sus registro permanecía permanente pero en ese momento, difuso. – Con cualquiera de mis facetas debes sentirte halagado de hablar. No suelo entablar una conversación más allá de dos o tres diálogos con seres ajenos a mí, simple y sencillamente porque no me interesa. El color dependerá del trabajo que quieras realizar, sin embargo... – Retiró su palma tras haber cumplido su cometido. – ¿Te conozco de algún lado? –
—¿Qué hay de malo con la “bruja“ que estoy hablando en este momento?— Preguntó, preparo para recibir una respuesta evasiva o vacía por la misma naturaleza enigmática y misteriosa que cubre cada fibra de su caótico ser. Le agrada el caos, es atrayente y peligroso justo como ella. Sin embrago no se atreve aceptarlo. Su oscuridad no debe crecer ni ser liberada, por un mero deseo de placer sanguinario. —También he quedado maldito en vagar por el mundo...sin familia ni compañeros y pese a las desgracias, el destino es amable ya que te encontré en medio de la oscuridad...— Sentenció el guerrero, volviendo su postura gallarda. Se ha levantado del suelo guardando la distancia por el respeto de a confesión. —Comprendo tu situación, deduzco que sabrás que mi alma no están noble como declaran mis labios con sumo orgullo— La intuición de la bruja es la mejor respuesta, ante la presencia de un ser dracónico como él. Un ser oscuro habitaba en lo más profundo de su corazón.
Una pequeña sonrisa se dibujó sobre su faceta, con sátira, llena de burla, pero a fin de cuentas, una sonrisa. Comenzó a juguetear con sus cabellos azabache, reposando su figura contra la pared contigua a ella, sin dejar de mirar al ente a su frente en ningún momento. – ¿A cuál de todas las brujas que viven dentro de mí solicitas, Marcus? La blanca, la verde, la roja, hay tantos colores dentro de esta gama y tan pequeño el mundo para contener las maravillas de la magia que rodea mi ser... – Cruzó los brazos, jugueteando con sus uñas al apoyarlas en la punta de sus dedos. – La experiencia me ha dicho, por siglos, que no debo confiar en nadie. Si te preguntas el por qué, voltea a tu al rededor y dime si ves a una igual a mí. Todas se extinguieron ya. –
El veneno de sus letras es igual a su misma esencia tóxica, lo deja alelado. El conjuro de su nombre lo hechizo. — Gianna — recitó nostálgico. Trayendo a su mente una a conglomeración de recuerdos que creía haber extinguido con el pasar del tiempo. — En mi lenguaje natal se lo conoce como DESTINO— hizo énfasis en la última oración. No era creyente de religión, astrología, cartas entre otras, él sólo conocía el camino que forja con sus propias manos. La oscuridad abraza el denso manto gélido que envuelve a ambos seres de procedencia mística. — El orgullo de mi especie, me prohíbe hacer algo inapropiado. Mi fuerza es para defender y luchar por lo que considero Justo.— El honor sembrado por generación no es fácil de olvidar ni de traicionar sus convicciones. — Las galimatías que salen de tu boca no van de acuerdo con tu verdadera esencia …— Detectó la mentira en su actuar y el sarcasmo en su recital despiadado. El dramatismo es un arma mortal.
