—Tenemos manzanas, pero ninguna como esta —en ese momento tuvo una idea. No estaba seguro si era buena o ética, pero una idea al fin.

—¿Aún está dando fruto? ¿Podrías llevarme?

¿Por qué? ¿Ustedes no tienen? -Miró curiosa, apenas sí salía de su bosque por lo que no conocía muchas cosas de afuera. Lo que para Fyiora era normal, para el resto al parecer era extraño y eso no lo entendía muy bien del todo.-

¡Sip! Y tuvo suerte porque solo da frutos una vez al año.

—Qué cosas tan curiosas pasan en tu bosque —al escuchar su pregunta, sacó la manzana de donde la guardó. No tenía hambre, pero el aspecto de la fruta le daba curiosidad, si bien malograrla con una mordida parecía un crimen.

—Es... Es muy rica. No sabía que las manzanas podían saber tan bien —declaró, después de masticar y saborear por un buen rato.

Porque se cayó del árbol dorado. Su cáscara es un poco dura, pero por dentro es muy suave y dulce. ¡A mí me gusta mucho! ¿No se la va a comer?

—Qué curiosa... ¿Por qué brilla así? —tomó la manzana, la guardó para después en el bolsillo de su pantalón. —Gracias, Fyorita.

¡Gracias profe! ¿Manzana? -No parecía pregunta porque se la había extendido hasta cerca de dos boca. El inusual color dorado la hacia brillar más de lo normal.-

—Qué linda, Fyorita.