— Me estás... ¿Me estás diciendo que me vista como él? Ridículo. Quieres que abandone lo único que me diferencia de ustedes... — "Ustedes", vistos como fenómenos. — Si me das un minuto, te daré un minuto. — Se puso la máscara de "Batman" por, más o menos, minuto y medio. A lo sumo, dos. Le daba asco. — ¿Y bien? ¿Está satisfecho tu fetiche? — Daba gracias a Dios por estar en plena oscuridad.
— No puedes pedirle eso a una gata, por el amor de Dios —rodó los ojos—, estoy siendo muy benevolente, si hubiera querido, me quedo con todo el cargamento y te dejo pudrirte en esta asquerosa ciudad. Ni para tu reina diamante, ni para ti; ¿acaso crees que no sé lo que vale un gramo, en comparación de lo que te va a pag...? —y justo cuando sacaba la máscara del murciélago de ese maletín, sus ojos se iluminaron como grandes esmeraldas—. ¿Por qué no nos quedamos con todo? —se puso de pie con ambas máscaras en mano: gata y murciélago. Sólo que la suya era la auténtica, ni siquiera alcanzó a corresponder a ese beso, pues quería ver cómo reaccionaba—. Tienes un minuto para decidir, Punisher. Tápate esa calavera y ponte esto. Ya lo vi en persona y son del mismo porte.
— Si no haces más preguntas, te daré el 50 por ciento. — Lo que algunos llaman "el 1 por ciento de fe o de confianza" y esas tonterías. Revisó que el maletín tuviese todo lo necesario para largarse y atendió a las indicaciones de la ladrona. — Pon las coordenadas del cargamento justo aquí. Iré a reportárselo al cliente. — Y le extendió un pequeño papel y bolígrafo. Era algo así como una reunión de negocios... nada formal. — Puedes quedarte con el souvenir. — Apuntó al disfraz de Catwoman. Se consigue en cualquier lado ahora, ¿no? — Aprovechando la oscuridad del callejón, plantó un beso en sus labios. Era su manera de darle las gracias. — No más del 50, ¿oíste?
Ella sí fue más precavida en cada paso que daba. Ninguno de los dos estaba en su territorio, precisamente. A pocos metros de llegar, tiró de la manga del hombretón y le instó a apurarse, adentrándose hasta los basureros.
— Me darás el 49% y eso no se discute, Castle —susurró una vez que tiró un maletín a sus pies—. El cargamento ya está afuera de la ciudad —murmuró mientras rebuscaba en el interior—. Deshacerme de la otra gata no fue fácil, pero hacerme pasar por ella tuvo sus ventajas —dicho esto, le mostró al mercenario una máscara de cuero, con visores y "orejas felinas" de color negro—, y gracias a mi buen trabajo seduciendo murciélagos, no tuviste problema en irrumpir en ese Asilo, por cierto... —dejó de buscar para alzar la mirada hacia él, frunciendo el ceño—. ¿Qué mierda fuiste a hacer ahí?
No tuvo problemas en ir delante. Se perdió en la oscuridad, esperando ser acompañado por la gata. Tampoco es que tuviera mucha prisa; quedarse y recibir a más bastardos suena tentador.
— Me parece bien —alza su pulgar enguantado y los flequillos blancos de su traje se mecen con el viento gélido nocturno, al igual que su melena platinada. Después, con el mismo pulgar, señaló hacia un callejón oscuro.
— Sí bromeaba hace rato. Hice tu trabajo, y si no me pagas lo que me corresponde y no sales de esa ciudad inmunda en cuestión de minutos, vendrán por ti, guapo.
