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[...] intacta la cercanía entre miradas, mas se encargó de apoyar la correspondiente mano sobre el dorso de la de ella. Una caricia tersa examinó cada detalle del posterior de su mano, no existió presión por medio a romperla, pero su presencia fue irrevocable, el fantasma de la unión romántica deambuló en esa cándida unión. La quietud se logró en la raíz de su mano, indicativo de un musitar tan cuidado como lo expresado en el tacto—. Entonces yo procuraré jamás dejarte sin aliento, pero a su vez no puedas contenerlo. Hare palpitar tu corazón hasta que necesites arrancarlo, para nunca privarme de estos hermosos sentimientos, estos que tan vivo me hacen sentir, mi dulce Fleur —las palabras menguaron en intensidad, cayeron al susurro, pero no acabaron en la quietud total—. Ya no pienses en el olvido, aunque exista, no se perpetuará para nosotros; ahora que me lo has jurado, incluso de extraviar cada recuerdo, sé que volverá y con ello tú también lo harás, eso es lo que yo puedo [...]
 
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