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Fl1558148 · M
En suma, la locura tocaba a su puerta; y Flauros estaría encantado de dejarla pasar, entregarse a ella en la misma medida que se permitía ser de Chordeva, como cada uno de sus impulsos y arremetidas podían atestiguar. Llegó un momento en que le fue imposible seguir acallando sus gruñidos y, separando el rostro de la oreja de su amante, cerró los ojos, dejando que esos sonidos cavernosos traspasaran su garganta. Todo en él anunciaba la cercanía del paroxismo, tan dulce y anhelado; quería tanto derramarse en el interior femenino, que todo lo demás perdió sentido e importancia, con los sentidos embargados por el placer.
Fl1558148 · M
Ese fue el último preludio que se permitió antes de ceder. Sin importar que ya la hubiera profanado tantas y repetidas veces, el canal se estrechaba alrededor suyo, haciéndolo emplear hasta las reservas postreras en aras de que el final se acercase a pasos agigantados; y tal intensidad hizo acto de presencia en sus dedos, incluso, que presionaron y acariciaron con mayor energía, cual si desearan imprimir sus huellas sobre la piel ya enrojecida del busto; por un momento, prestó mayor atención a la cúspide, frotándola una y otra vez con los dedos análogos al estímulo entre las piernas de Deva; alternaba entre el masaje y tales roces sin pensar, dejando que su mente se nublara, que el choque entre su pelvis y la retaguardia femenina llenara la acústica del momento con el estrépito glorioso de la cópula. Los temblores familiares asomaron a su piel. Su boca ardía por morder aún más y beber de ella. Su lanza sufría espasmos inconfundibles.
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Fl1558148 · M
No necesitaba detenerse a pensar en las arremetidas de su vientre; tampoco en el acoso de sus dedos, que encontraron los pliegues y su vórtice con facilidad, en una clara declaración de guerra, adueñándose del brote recóndito y sensible para que las yemas se encontrasen una y otra vez sobre él, haciéndolo despertar en mimos insistentes, cada vez más rápidos. No; su cuerpo entero usaba los gemidos - maullidos, le complacía pensar - de Deva como guía para dar más de sí, poseerla a conciencia y demostrar sus ansias con cada nuevo evento. Podría haberse conformado con aquella mordida que dejó una huella carmesí sobre el cuello de su mujer; mas, en vez de ello, su lengua trazó una sola ruta ininterrumpida desde la zona, recorriendo en totalidad la extensión para alcanzar el lóbulo ajeno; a él dedicó sus labios, adueñándose de él y chupándolo con fruición, segundos antes de lograr susurrarle al oído con voz profunda y jadeante.
Eres mía.
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Eres mía.
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Fl1558148 · M
Había más que simple maestría en su ejercer del amor carnal: deseo, entrega, anhelo. En un breve destello de cordura, su mente alcanzó a lanzar una pregunta ancestral, cuya respuesta ha sido enigmática desde siempre: "¿Por qué?" ¿Cómo era posible que el transcurso del tiempo no hubiera logrado menguar en absoluto la llama entre ambos? No se trataba solamente de los instintos pecaminosos naturales en ellos: su compatibilidad, la facilidad con que ambos lograron amarse sin límites, burlando a la especie, hablaban de una relación tan cariñosa como fogosa - asunto que fácilmente se traducía en la cama, en el movimiento desenfrenado de su cuerpo, en los varios jadeos que no lograban opacar los de Chordeva solamente porque se ahogaban contra la piel que atendía. Todo su ser actuaba al unísono para complacerla.
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Dev1558146 · F
Sospechaba que era cuestión de tiempo, no tardaría mucho vaciarse sobre él, apostaba a que Flauros ya sentía las contracciones en su canal que lo hacían más estrecho y, por lo tanto, que lo apretaban como si quisieran obligarlo a ir al cielo - ironía - con ella.
Dev1558146 · F
Se sabía bañada en su propio almíbar desde mucho antes de que él iniciará esos toques así que le era más fácil recibir tal estímulo, su vientre acusaba mareas de electricidad que corrían cuesta abajo y se perdían en su femineidad. Soltó su inferior y los gritos - o maullidos de minina en celo, como a él le gustaba decirles - salieron a prisa, uno tras otro. Sudor frío resbalaba por su frente, pasaba por la nariz y rodeaba los labios, bajaba por el cuello y se perdía entre sus montes que ya estaban hinchados por tan deliciosas caricias, sí, ambos porque el derecho era atendido por la propia Chordeva que lo presionaba con fuerza, hundiendo un poco las uñas en la carne antes de hacerse del botón erguido. Se encontraba en pleno extasis, ya no era cuestión solamente de las estocadas (que con el incrementar del ritmo se habían tornado más deliciosas), era todo el conjunto, acabando claro en los sonidos que él emitía detrás de ella, en su tibio aliento rozando la nuca de la pelirosa.
Dev1558146 · F
Lo tenía, lo tenía todo para ella y él tenía todo de la demonio. No había modo más delicioso de demostrarse esa posesión - exceptuando los momentos de afecto meloso que se mostraban el uno al otro tras bambalinas - ni existían seres con más química en todos los mundos habidos y por haber. Enbonaban perfectamente, como si sus cuerpos hubieran sido hechos para ser dos mitades de un todo, en todos sus años Chordeva jamás había logrado esa conexión con ningún otro amante y por eso lo tenía bien claro: Flauros era su alma gemela, si es que ambos tenían algo parecido a un alma.
Dev1558146 · F
Su inferior fue atrapado con fuerza entre sus dientes, intentaba reprimir un poco el sonido nacido de la lujuria que sus cuerdas bucales querían emitir. Ambas mejillas de Deva se habían teñido de carmín como consecuencia del placer que él se dedicaba a darle y de un calor intenso que parecía ir en aumento a la par de las ansias que ambos tenían por pertenecerse; miró un punto fijo frente a ella por unos segundos, estaba muy segura de haber logrado su propósito, cuando de pronto él empezó a presionar ese punto que la volvía loca, como si fuese un botón para llevarla a otro nivel de goce. Instintivamente cerró ambos párpados e hizo presión en sus ojos hasta que en la oscuridad pudo ver pequeños puntos de luz, sus piernas pasaron a retraerse aún más y amenazaban con cerrarse como si quisieran aprisionar la mano del contrario para que jamás pudiera sacarla.
Fl1558148 · M
Aún podía hacer más. Busto, garganta, ¿qué más estaba a su alcance? La respuesta llegó pronto, cuando su derecha, libre aún, decidió unirse al escarceo; en un silencioso reptar, sin anunciarse, dibujó el muslo níveo de Chordeva y se escurrió, buscando un resquicio para perpetrar sus designios. Pronto, el escondite más sacro de la anatomía femenina recibió a aquella intrusa, que aprovechó el dulce almíbar para facilitarse la tarea; dos dedos comenzaron una labor insistente sobre el capullo, uniéndolo a las distintas notas que componían aquella danza sensual, sin visos de tener pronto final. Su ardor era tal, que la madrugada bien podría hallarlos en medio del ejercicio amoroso; extenuados, roncos, pero completamente embriagados de amor.
Fl1558148 · M
[center]El momento apremiaba, sin noción del tiempo o espacio - de nada en realidad, más allá que el ardor ajeno, que la música excitante de los gemidos con que Chordeva acompañaba sus andares. Si sus estocadas habían sido precisas, ininterrumpidas y presurosas, con el crecer del frenesí adquirieron mayor pleitesía, dedicándose por entero a arrancar más de esa melodía lasciva, profunda, que delataba la intensidad del enlace. Él también se hallaba embebido por completo en la embriaguez del acto carnal; sus ojos entrecerrados, su vientre repleto de urgencia, hablaban de esa tenacidad que todas sus acciones tenían: en particular, por supuesto, aquellas que dedicaba para enloquecer a su amada. En un desliz propio del candor, Flauros aplicó sus labios al espacio en la tierra de nadie entre mente y corazón; halló refugio para sus dientes en el cuello ajeno, y la marca no se hizo esperar, tan intensa como sus asaltos. Sin embargo, sería incapaz de detenerse ahí.
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