Te lo estoy ofreciendo en bandeja de plata: haz de mí lo que desees esta noche. Aunque, estoy seguro, sabes qué consecuencias tendrán tus intenciones; ¿crees que será buena idea reprimirme? ¿Empujarme a los bordes del paroxismo y tener que suplicar por ser liberado? Me pregunto quién cederá primero en la contienda: si el castigado, o el castigador. Claro, estoy más que dispuesto a averiguarlo ya.
Mmmff, ardo en deseos de que me des mi premio. ¿Por qué no? Claro que puedo hincarme y ofrecertelo entre mis labios justo antes de colocarlo en su lugar y esperar el delicioso momento en el que supliques que te lo retire, mientras yo entretengo con el resto de ti. ~
Aprendes bien, minina. Aprendes bien. Tanta devoción es digna de recompensa. ¿Anillo, dices? Tendrás que calzármelo con la boca, porque asumo que no te hincarás para ofrecérmelo, hm...
Claro, recuerdo bien aquellas veces donde la necesidad era tan grande que con solo tirar de mis prendas íntimas lograbas lo que ambos añorabamos. Esa es justamente la razón por la que utilizo prendas más accesibles. Por cierto, cariño, he comprado un anillo para ti que sé que va a en cantarte. ~
Pero es que nada lo hace: ¿qué podría disuadirme de tomarte como me plazca? Aunque, sabes bien que no siempre terminaremos en desnudez: sobre todo cuando el deseo apremia, y muero por sentir que me asfixias y me absorbes, me robas la vida.
Sé que lo harás pero hay cierto placer en ver mis prendas caer a tirones. Me gusta cuando eres salvaje y nada te detiene hasta lograr tus caprichos sobre mi.
