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Fl1558148 · M
Su forma humana, si bien vigorosa, no alcanzaba la misma resistencia maratónica de su verdadero ser, por lo que, como cualquier otro hombre, hubo de permitir que la somnolencia se disipara un tanto antes de poder alzar la cabeza y echar un vistazo alrededor, para reconocer el lugar.
Y entonces, la vio.
Ella. La perfección de su esposa, quien, ataviada con una camisa suya, con las torneadas y largas piernas de alabastro extendidas en una pose relajada, parecía entretenerse en la lectura. La sonrisa en su rostro fue automática. Tras un breve gruñido que aclaró su garganta, Flauros incorporó la mitad de su cuerpo, el torso, para poder deleitarse mejor con la bella estampa que Deva ofrecía en aquel balcón. Quería llamarla. Sin embargo, tal era su embeleso, que se quedó en completo silencio, recorriendo una y otra vez esa amada figura con la mirada, cual si deseara grabarse cada detalle de ella en la memoria.
Y entonces, la vio.
Ella. La perfección de su esposa, quien, ataviada con una camisa suya, con las torneadas y largas piernas de alabastro extendidas en una pose relajada, parecía entretenerse en la lectura. La sonrisa en su rostro fue automática. Tras un breve gruñido que aclaró su garganta, Flauros incorporó la mitad de su cuerpo, el torso, para poder deleitarse mejor con la bella estampa que Deva ofrecía en aquel balcón. Quería llamarla. Sin embargo, tal era su embeleso, que se quedó en completo silencio, recorriendo una y otra vez esa amada figura con la mirada, cual si deseara grabarse cada detalle de ella en la memoria.
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