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Fl1558148 · M
Ante el reclamo de su hija, Flauros comprendió que nadie en realidad supo lo que realmente había sucedido con él en la última batalla. Quizá le tildaron de cobarde, u ocultaron el denuedo con el que luchó para proteger a su familia; poco importaba ya, sabiéndose paria entre los parias, renacido por razones que apenas se le revelaban con dolorosa lentitud. Su voz era dura, pero no por el reproche: era el tono apagado de quien había trocado esperanza por decepción, de quien no esperaba nada ya de la vida.
¿Cómo podría anunciarme? En el sepulcro no hay emisarios; y es claro que nadie previó mi vuelta, siendo una novedad tan incómoda. Quizá debí permanecer en las tinieblas. Pero he vuelto... Y no estoy dispuesto a quedarme en ellas, viendo cómo todo por lo que he peleado es repartido entre los buitres.
¿Cómo podría anunciarme? En el sepulcro no hay emisarios; y es claro que nadie previó mi vuelta, siendo una novedad tan incómoda. Quizá debí permanecer en las tinieblas. Pero he vuelto... Y no estoy dispuesto a quedarme en ellas, viendo cómo todo por lo que he peleado es repartido entre los buitres.
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