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Los precios de las garras. Una vida marcada con zarpa de fiera.
 
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¿Mmh? —Solamente Alyona solía sorprenderse tanto. Era la ama de llaves, ya anciana, de las tierras donde Rodia vivía, y pese a corta de vista, su cara de sorpresa al ver una mujer tan joven junto al cochero. Sin dudas era imposible e improbable que el ermitaño Fedía tuviese una visita por parte de una tan vivaz jovencita ¡Su cara de sorpesa fue tal que hasta parecía haberle dado viruela! La señora, de modales más franceses que del Cáucaso se acercó y recibió con una sonrisa torcida e inexplicable— Señor Krasílnikov..¡¡¡Señor Krasílnikov!!! —Exclamó conforme recibia a los invitados a la fina casa del húsar. Era una casona que respaldaba el apellido que poseía, siendo demasiado grande para que solo un hombre viviese en ella. La sirvienta les hizo esperar en la sala de estar, repleta de sillones turcos y otomanos muebles de maderas exquisitas. Grandes bibliotecas, aunque ciertamente poca vida ahí. Lo más probable es que Fédia no estaba preparado para recibir visitas, así que unos cuantos
 
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